Diversos hechos policiales, de perfiles muy violentos, revelan un desajuste en los acuerdos tácitos que nos convierten en sociedad.


"El crimen de la guerra", la perenne obra de Juan Bautista Alberdi publicada en 1870, pareciera enviarle advertencias a la Argentina de 2023. En sus doctas disquisiciones, se pregunta y nos responde: "¿Qué es la sociedad? Una vida colectiva, hecha bajo una autoridad común, una ley común, una justicia común. Sin esta comunidad, puede haber sociedad, pero no civilizada". Hechos recientes, con análogo sesgo, evidencian precisamente la coexistencia de códigos de convivencia dispares y hasta contrapuestos. Es decir, no todos los ciudadanos estarían reconociendo la misma autoridad, la misma ley ni justicia. 


Tan dañosa anomalía ha tomado relieve en el caso de una horda que atacó a la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en la localidad de Quilmes. Lo que tuvo origen como una persecución a dos motochorros se transformó en un violento combate.


De acuerdo a la causa, en cuanto los policías fueron avistados, decenas de vecinos, menores incluidos, comenzaron a arrojar objetos peligrosos por su contundencia, como piedras y botellas. 


A fin de contener la agresión, los uniformados se vieron en la necesidad de responder con balas de goma. En tanto, diversos patrulleros ingresaron para contribuir a dar fin a lo que se había transformado en una batalla.


A los oficiales también les llegaban disparos, pero de plomo. Una camioneta policial, en una maniobra para eludir a los vecinos, cae en un arroyo. Dos ocupantes estuvieron a punto de morir ahogados y al menos 15 efectivos debieron recibir asistencia médica. Los peritos investigadores no han podido ingresar a la zona, dado que su seguridad no estaba garantizada. Y no se trata del único hecho de desafío y agresión a la autoridad. Hace poco sucedió en un barrio de La Plata, en un puesto de la Bonaerense, también con heridos. Más conocido fue el ataque a la Comisaría 6º de Monte Chingolo, con un saldo de numerosos lesionados.


En estos casos se puede distinguir un común denominador, y es una profunda hostilidad subyacente. Porque no existieron deliberaciones ni acuerdos previos para estos ataques. Habrían sido totalmente espontáneos, actuando todos al unísono como en un acuerdo tácito. Eso es un código, el que una vez asimilado automatiza conductas. 


Otra grave amenaza latente es la indiferencia ante el bien y el mal. Esos barrios suelen sufrir la delincuencia de una manera acentuada. Sin embargo, defendieron con su vida la de los malhechores.


La cita de Alberdi del comienzo define puntualmente a esta situación. Tenemos sociedad, pero con sectores que tienden a alejarse de la civilización, convocando con ello a la anarquía. Tal vez se trate de que ha regido entre nosotros una perspectiva demasiado estrecha de la educación. El filósofo Will Durant le reconocía una amplia misión, aseguraba que "la educación es la transmisión de la civilización".