Uno de los géneros más explotados de la ciencia ficción presentada en España y en el resto del mundo ha sido el post-apocalíptico. Distopías ocasionadas, en la gran mayoría de casos, por la famosa rebelión de las máquinas y su enloquecimiento. Y aunque puede que por ahora nuestra Roomba no sea un problema, quizás sí haya un electrodoméstico muy usado que pueda provocarlos: los robots sexuales.

No son pocos los usuarios que han recurrido a este tipo de tecnología para satisfacer sus necesidades sexuales. Hay muchísimos modelos en el mercado y aunque en su mayoría tengan precios prohibitivos, tienen su público. Y su principal problema es que como todo electrodoméstico, se pueden hackear.

Rick Patterson, experto en ciberseguridad, ha expresado su preocupación por el auge de estos robots en la revista inglesa Daily Star. Explica que, con las condiciones adecuadas, puede llegar a sucederse un asesinato por parte de estos robots sexuales. Sí, puede sonar a chiste, pero tanto la historia como el propio Patterson nos ha demostrado que esto es más serio de lo que parece.

Robots sexuales asesinos

El argumento de Patterson es uno que hemos visto aplicarse muchas veces. Los robots sexuales son máquinas, que necesitan de interfaces y software para funcionar. Esto ya deja expuestos a estos robots a ciberataques como los que hemos visto en los últimos meses. Y es que prácticamente cualquier dispositivo electrónico que requiera de una interfaz o un programa de software puede hackearse.

El problema reside en la naturaleza del dispositivo hackeado y sobre todo las consecuencias relacionadas al mismo. Si se hackea un teléfono, el principal problema que tendrá su usuario es el robo de información. Si hackeamos un dispositivo domótico, las consecuencias irán desde el espionaje hasta el mal funcionamiento del mismo.

Pero ¿y si hackeamos un robot sexual? Estos robots son humanoides que están hechos de tal forma que se parezcan lo máximo posible a un ser humano. Suelen pesar mucho, tal y como explica el propio Patterson, y tienen extremidades y genitales como cualquier persona (artificiales, por supuesto). Famoso es el caso del robot Henry, el primero con la capacidad de tener un pene regulable.

Robots que, además, tendrán acceso a una posición vulnerable del usuario como es el acto sexual. En definitiva, un hackeo a un robot que otorgara control total al atacante serviría para realizar un asesinato de forma sobrada. Patterson imagina las peores consecuencias posibles, desde golpear a su dueño en pleno acto hasta agarrar un arma, como un cuchillo.

Además, el usuario no tiene forma de saber si el robot ha sido hackeado, lo que abre la puerta a que un atacante con suficiente inteligencia pueda aprovechar la 'finalidad' de estos robots sexuales para cometer el delito. "Una vez pirateados, podrían usarse para realizar acciones físicas en un escenario ventajoso o para causar daños", explica Patterson.

Todo ello sin contar los peligros de privacidad que entrañan estos robots. En los últimos meses hemos visto sucederse multitud de ciberataques a grandes empresas bajo amenazas de chantaje. Un hackeo inoportuno a uno de estos robots podría revelar información sensible de su dueño, como sus gustos sexuales o incluso su vivienda.

Basta una simple vulnerabilidad para que estos robots sexuales sean todo un peligro para el usuario. Por ello, es imprescindible que el usuario sepa en todo momento las implicaciones de los electrodomésticos que compra, especialmente en la era informatizada en la que vivimos.

Fuente: El Español