Eran las 17:15 del lunes y la mujer acababa de salir de la casa en la que trabaja como empleada doméstica en Johannesburgo, Sudáfrica. Había caminado unas pocas cuadras cuando se sorprendió al ver a un auto que se detuvo a su lado.

Del vehículo bajaron dos delincuentes. El primero, que estaba armado, fue corriendo a buscarla, mientras que el segundo se detuvo para tomar una bolsa que había dejado caer.

El ladrón que la abordó trató de sacarle la cartera, pero ella se resistió. El hombre le apoyó el arma en la cabeza, pero la mujer no estaba dispuesta a ceder. Ni siquiera cuando se acercó el segundo para ayudarlo lograron vencer su resistencia.

Quizás se apiadaron de ella y eligieron perdonarle la vida. O quizás la pistola que portaban no estaba cargada. Lo cierto es que la dejaron ir. La mujer terminó muy asustada, pero totalmente ilesa.