
"Este pato es un caso perdido", escuchó Ashley Scott al entrar a una tienda de productos agrícolas de su ciudad en Carolina del Norte, Estados Unidos. Los responsables sabían que el animal estaba enfermo y no estaban dispuestos a darle una oportunidad. Ashley no lo pensó, lo agarró y dijo: "Yo me encargo". Lo que ella nunca imaginó fue que Puff -así lo llamó- cumpliría un rol fundamental en su vida.
El proceso de recuperación del pato fue largo e implicó mucho más que la enseñanza básica de cómo sobrevivir. Ashley hizo un trabajo de hormiga para que aprendiera a caminar y nadar: "Al principio entraba al agua montada en mi espalda, y con el tiempo se animó a soltarse y nadar por sus propios medios", cuenta. El compromiso de esta amante de los animales llegó lejos, al punto de correr por el patio de su casa batiendo los brazos para que Puff la imitara y finalmente aprendiera a volar.

Un tiempo después, Scott tuvo una recaída -ella sufre una extraña enfermedad autoinmune que la ataca por períodos con síntomas diversos-; y en medio de su ya acostumbrado tratamiento con oxígeno, el pato se acercó y se posó junto a ella hasta que finalizó el procedimiento. Ashley quedó sorprendida por la fidelidad de su amigo con plumas.
Puff no sólo se acurruca al lado de su dueña cuando ella está mal. Con el tiempo, además, se volvió empático ante su enfermedad y comenzó a advertir la llegada de nuevos ataques. "Un par de días antes de que tenga un brote, él se pone ‘gritón’; es como si pudiera sentir lo que está por venir e intentara avisarme. Al principio no lo podía creer, pero con el tiempo me di cuenta de que el patrón se repetía: me estaba avisando que algo iba a pasar", relata Scott.
Hoy Ashley sigue dando batalla a su enfermedad y Puff se ha convertido en su pato de asistencia. Ambos tienen una página de Facebook donde se pueden ver sus aventuras: "La idea es ayudar a educar e inspirar a otros, que tomen conciencia del amor entre seres", finaliza.
Fuente: La Nación