Hace más de un siglo, los restos arqueológicos hallados en el complejo de templos funerarios de Deir El-Bahari, en Egipto, llamaron la atención por distintos motivos. Uno de los que más se destacó por su rareza y misterio fue una momia que había sido sepultada hacía 3 mil años.

Y es que la particularidad de dicha momia estaba en la expresión mortal que mostraba su rostro. Esto es así porque los restos de ese misterioso cuerpo estaban en una posición tal que daba la impresión de que el difunto había sufrido una terrible agonía antes de morir.

El cuerpo se hizo conocido como la “Momia que grita” y desde 1886, año en el que se la descubrió, intrigó a investigadores de todo el mundo que quemaron sus neuronas para tratar de establecer la identidad y las causas del deceso del personaje en cuestión.

Pero estudios recientes lograron resolver ambos interrogantes: en cuanto a la identidad, la momia del atemorizante gesto de dolor es la del príncipe Pentawere, el hijo de Ramsés III (gobernó Egipto desde 1184 AC al  1153 AC) y de la reina Tiye.

Y es allí donde la historia se cruza con al de su expresión tétrica: cuando Pentawere fue hallado en 1886, el cuerpo estaba con sus extremidades atadas, mal momificado y sus restos fueron cubiertos con piel de oveja en vez de lino fino. Esta escena daba la impresión de estar ante los restos de alguien impuro o de nivel inferior, aunque se trataba de un príncipe.

¿Y por qué indigno? Según la versión más sólida que ofrece el diario británico The Daily Mail, Pentawere fue uno de los principales cabecillas de un complot para asesinar a su padre y erigirse como faraón. Ante el descubrimiento de la maniobra, Pentawere murió deshonrado y en la horca, detalles que fueron comprobados tras estudiar las marcas en el cuello, ejecución que también explica la expresión final del reo que perduraría por los siglos.