Grandes y chicos salían a la calle con baldes. Aunque la actividad era espontánea existían ciertas reglas y consignas: había que usar “la ropa de chayar”, aquella un tanto desteñida y que no importaba si se llenaba del barro de las cunetas que por aquel entonces no estaban impermeabilizadas, tampoco valía “enojarse” y cualquier recipiente era bueno a la hora de mojar al vecino.

Así lo muestra un video del Archivo General de la Nación publicado en las redes sociales. 

La chaya comenzaba ni bien las familias terminaban de almorzar y se terminaba, aunque nadie lo fijara, cerca de las 19. A esa hora comenzaban los preparativos para el baile de la noche.

Quienes disfrutaron de aquella época coinciden en señalar que a partir de los 70’ la costumbre se fue perdiendo porque se volvió cada vez más agresiva y las “bromas pesadas” se volvieron una constante.