Frente a los desafíos crecientes del cambio climático, la escasez de agua y la demanda de una producción más sustentable, los microorganismos benéficos como Trichoderma emergen como aliados estratégicos para el productor. Su acción mejora la salud del suelo, estimula el crecimiento vegetal y fortalece los cultivos de manera natural y eficiente. Su uso, cada vez más extendido en la horticultura, especialmente en: cebolla, ajo, tomate y pimiento, así como en viñedos y frutales, representa una estrategia natural y eficaz para aumentar la sanidad y productividad de los cultivos.
Simbios, a través de su distribuidor exclusivo en San Juan y La Rioja Aguafertil, dentro de su amplia paleta de bioinsumos, pone a disposición de los productores estos microorganismos a través de Trichovidas.
¿Qué son las Trichodermas?
Trichoderma es un hongo benéfico que actúa como un biocontrolador natural de enfermedades causadas por otros hongos fitopatógenos. Sus beneficios van mucho más allá del control biológico, al aplicarlo al suelo próximo al sistema radicular de los cultivos, mejora la estructura del suelo, estimula el desarrollo de las raíces y favorece la absorción de agua y nutrientes, algo clave en los suelos muchas veces pobres o deteriorados.
El cultivo de cebolla, asociado al uso de Trichodermas.
La cebolla (Allium cepa) es una de las hortalizas más importantes en Argentina logrando en el mercado autoabastecerse y exportar un 30% de la producción. Con una fuerte presencia en la región de Cuyo. Mendoza y San Juan son dos de las provincias productoras más destacadas, obteniendo un producto de calidad tanto para abastecimiento interno como para exportación. Estas provincias tienen climas secos y templados, con buena radiación solar y suelos franco arenoso, ideales para cebolla.
La época de siembra de la cebolla en Argentina va desde enero hasta junio, y la cosecha puede ocurrir desde fines de agosto/septiembre hasta diciembre. Las variedades más utilizadas en Cuyo son: Valenciana, Grano de Oro y Grano colorado, Val-14 y Val-50 INTA.
En cebolla, el Trichoderma actúa como un protector natural de las raíces frente a patógenos comunes del suelo, como Fusarium, Sclerotium y Rhizoctonia. Su modo de acción se basa en competir por espacio y nutrientes con estos hongos, invadirlos (micoparasitismo) y activar las defensas naturales de la planta. Contribuye a la estructura del suelo, incrementa la actividad microbiana y favorece un ambiente rizosférico saludable.
Su aplicación puede hacerse de diversas formas:
- Tratamiento de semilla o plantines: Inmersión de bulbos o plántulas en una solución Trichoderma antes del trasplante.
- Aplicación directa al surco, a través del sistema de fertiriego: al inicio del cultivo y pudiendo repetirse durante el inicio del ciclo vegetativo.
Lo importante es asegurar condiciones adecuadas de humedad, ya que requiere un ambiente favorable para establecerse. Evitar el uso de fungicidas inmediatamente antes o después de su aplicación, ya que pueden afectar su efectividad y establecimiento.
Beneficios del uso de Trichodermas
El uso de enmiendas orgánicas, como por ejemplo polifenoles, combinadas con el hongo para enriquecer el perfil microbiológico del suelo, hacen que su accionar se potencie y mejore sus resultados.
Además del control biológico, uno de los beneficios más valorados es su capacidad para estimular el crecimiento. Al favorecer un sistema radicular más desarrollado, mejora la absorción de agua y nutrientes, lo que se traduce en cebollas más uniformes y de mejor calibre.
Incorporar Trichoderma en el cultivo de cebolla es apostar por una solución biológica de alto impacto: sostenible, eficaz y perfectamente alineada con el manejo integrado de plagas y enfermedades. Su aplicación fortalece la sanidad del suelo, impulsa el rendimiento del cultivo y contribuye a un sistema agrícola más sustentable y resiliente, preparado para los desafíos del futuro.
Cuidar el suelo, donde todo comienza, es invertir en la salud y el futuro del cultivo.

