Era muy joven cuando triunfó en un concurso de canto en Bahía Blanca, su ciudad natal que lo catapultó el Festival de la canción en Trujillo, Perú. La música parecía ser lo suyo hasta que su habitual habilidad para contar chistes entre amigos se convirtió en su profesión. Carlos Sánchez estuvo en el circuito de bares hasta que llegó al programa de Susana Giménez, como jurado del Show del Chiste, fue parte de Café Fashion, un programa de humor junto a un elenco de reconocidas figuras que allá por el año 2000 emitía Canal 9. También trabajó con Gerardo Sofovich y el año pasado participó del Cantando 2012, el certamen de canto de Ideas del Sur. El experimentado humorista estará mañana en San Juan (ver aparte) y en una charla telefónica con DIARIO DE CUYO reflexionó sobre el lugar del humor en la televisión, asegura que ‘hacer ficción es una materia pendiente’ porque ya hizo todo lo demás, y contó cómo su oficio le permitió recuperarse de durísimos momentos en su vida personal como fue la trágica muerte su primera mujer y luego de que le descubrieran cáncer de riñón en 2010.

-Al principio cantabas, ¿cuándo empezaste a contar chistes?

-En realidad cuentos conté siempre entre amigos, y cuando dejé de cantar y me vine a Buenos Aires (desde Bahía Blanca), yo soy viudo en primeras nupcias y mi finada mujer me decía que me faltaba algo, que yo no era feliz, y un día me llevó engañado un boliche de San Telmo y aparecí arriba del escenario con una guitarra y empecé a contar anécdotas y chistes. Comenzaron a contratarme para el boliche y en eventos privados… era el año 1983.

-¿Y logró ser más feliz?

-Y… sí. Deje de trabajar donde trabajaba, que era una tarjeta de crédito y me dedique a esto. Me escuchó Juan Alberto Badía y me llevó a trabajar con él a Pinamar. Después me escuchó Luis Cella y me llevó al programa de Susana (Giménez) como jurado del Show del Chiste. Ahí fue donde me hice conocido. Llegamos a tener 46 puntos de rating.

-¿Por qué hay poco humor en televisión ahora?

-La televisión la cambió Marcelo con los Bailando, con esa mezcla de humor, baile y despelotes entre la gente. Y como eso le daba rating, la televisión cambió. Ahora parece que se está volviendo, viste que está Sin Codificar… me divierte, sale y hacen lo que quieren, no está guionado. Me divierte mucho Yayo.

-¿Faltan espacios para los humoristas?

-Sí, no hay. Habíamos grabado un programa piloto para Canal 9, pero el canal dijo que sí primero y después se dilató todo por falta de espacio. Y bueno, prefirieron poner los Récord Guinnes, en vez de poner un programa producido. Pero cada 10 personas 8 te dicen cuándo vuelve Café Fashion. La gente no se equivoca. Si Sin codificar llegó a tener 19 puntos de rating es porque la gente tiene ganas de divertirse.

-¿Cambió el modo de hacer humor en estas últimas décadas?

-Hubo que cambiar fue el vocabulario. Yo hacía un show de una hora sin decir una mala palabra y hoy si no decís las malas palabras como que la gente esta esperando sangre. Es lo que buscan, uno se tiene que adaptar a lo que quiere la gente. Suena a retrógrado lo que digo, pero en muchas cosas se confundió libertad con libertinaje, muchas cosas que querés decirlas tácitamente si no las decís de frente no se entienden.

-¿Te ayudó el humor en los difíciles momentos personales que atravesaste?

-El humor me ayudó a vivir. La muerte de mi mujer fue hace 19 años, y en 2010, me descubrieron un cáncer. El médico me dijo hay que hacer una tomografía, y le dije es un cáncer, tengo 58 años, decime la verdad. Hicieron el estudio y salió un tumor de 8 centímetros, y el riñón tenía 7 y medio, estaba por explotar. Salí de clínica, iba manejando y no sabía dónde estaba, se te llena el traste de preguntas, pensé en mi viejo que había muerto de lo mismo. Después me dije, hay que afrontar esto. A los diez días estaba en el quirófano contándoles chistes al médico y a las enfermeras. El humor me ayudó a sobreponerme, hoy me dicen qué flaco que estas y digo el cáncer me esta matando, pero gracias a Dios no quedó nada.

-¿Con lo de su mujer te pasó igual?

-Mi mujer se suicidó. Después de un tiempo, el humor me sirvió, me costó mucho, pero me sirvió. Fue una muerte trágica, no estaba enferma, no tenía nada, y ella decidió partir.