El viernes pasado concluyó la temporada musical 2014 de la Sinfónica, con un extenso programa. Comenzamos con Jules Massenet (1842-1912). De su frondosa obra, lo más intenso fueron las óperas (¡compuso 25!). Thaïs fue compuesta en 1894, 35 años después de su primera ópera y la dulzura que la caracteriza es manifiesta en esta "meditación’ traspuesta para piano y violín e interpretada por Julieta Romero y Juan C. Caballero (para hacer honor al apellido puse a la dama primero). Luego los mismos intérpretes pasaron a una obra de Alejandro Gutiérrez del Barrio (1895-1964). No sé exactamente a qué barrio pertenecía pero, nació en León y transcurrió gran parte de su vida en Buenos Aires. Es más conocido por su extensa obra para cine. De él escuchamos un capricho muy español, Málaga.
A continuación, Marisel Pagés y Vanina D’Anna nos transportaron del mundo hispano al ruso. Reinhold Glière (1875-1956), aunque de origen belga (su apellido era Glier) nació en Kiev y en el 1900 se lo cambió a Glière. Pertenece a ese número de "desconocidos’ rusos que vamos descubriendo cada vez más. Escuchamos 5 de sus 12 dúos para violines. Lo último (el Nº 8) Con fuoco (con fuego) me pareció sin duda el más divertido. Luego, y haciendo gala de varios cromatismos en sus camisas, el Cuarteto de Cuerdas de Harvey, Migani, Sánchez y Yanakiev acompañaron al bandoneonista Esteban Calderón (hijo de Pedro Ignacio) en un Quinteto, el "plato fuerte" de la noche; denominación adecuada para nuestro concertino que además de excelente músico es un gran gourmet.
Calderón hizo un breve introducción explicativa y luego una introducción con el instrumento. Desde 1939 al 1945 Piazzolla tocaba en la orquesta típica de Troilo y al mismo tiempo estudiaba con Ginastera. Diría más tarde que lo que aprendía de armonía, contrapunto e instrumentación con Ginastera lo "probaba" arreglando las obras para Troilo, por lo que era un poco su "conejillo de Indias". Claro que de cada 1000 notas, ¡Troilo le borraba unas 600! Pero la formación de Piazzolla no se detuvo nunca. En 1954 conoció en París a la eximia directora y pedagoga Nadia Boulanger quien acertó en decirle: "Lo suyo no es la composición erudita sino el enriquecimiento que las formas clásicas, el jazz, el swing y todo lo demás, puede dar a esa música de origen italiano que surgió a orillas del Río de la Plata’.
Estando en Roma, Piazzolla se enteró del fallecimiento de Troilo en 1975 en Bs As, se encierra y escribe una suite para su querido Pichuco. Suite (continuación, en francés) describe una serie de danzas de origen campesino, folklórico que en el siglo XVII y XVIII los músicos "cultos" las "refinaban" y las tocaban en las cortes una a continuación de la otra (Eduardo Falú compuso una hermosa "Suite argentina" para orquesta de cámara, corno y guitarra). Pero en esta suite, Piazzolla está pensando en cuatro grandes pasiones que caracterizaban -para él- a Troilo. Piazzolla las llama los "Metejones" de Pichuco. Veamos:
I) Bandoneón: Su primer "pasión" desde que su madre Felisa le compró su primer bandoneón a $140 a pagar en varias cuotas.
II) Zita: En 1938 Troilo se casó con el amor de su vida (¡en la suite creo que se sugiere que fue el primer amor después del bandoneón!). Su nombre era Ida Dudui Kalacci, porteña hija de griegos y conocida como Zita.
III) Whisky: Troilo no parecía poner claros límites a su afición al alcohol y a la cocaína. Él le sugirió a Cadícamo que agregara letra al tango Los dopados, que era hasta entonces puramente instrumental, y que después volvió cambiarse por Los mareados.
IV) Escolaso: Palabra lunfarda de origen calabrés. El dialecto calabrés está influenciado por el griego y en griego scholé es ocio, recreo (de allí nuestra palabra "escuela", lugar donde no se trabaja físicamente para poder trabajar con la cabeza y estudiar). Pero en el lunfardo se le agrega el final aumentativo y "escolaso" es un descanso exagerado, no hacer nada, lo cual es la filosofía del timbero que sigue apostando a pesar de que sabe que no va a ganar.
Hace años vi una grabación hecha por la BBC a Piazzolla, quien en perfecto inglés explicaba que el bandoneón es un instrumento "imposible" y que implica un amor loco y que sólo se lo domina con mucho trabajo. ¡Qué paradoja entonces que Calderón haya dejado el "con-trabajo" para otro instrumento que le dé más trabajo! Estupenda versión de los cinco, Pichuco y Astor deben estar festejando ¿con un whisky?
Para hacer un cambio de sonidos, cuatro percusionistas propusieron Changes (cambios) de Will Cahn. En efecto hubo cambios de platillos a triángulos, hasta que Juan Puigdengolas esgrimió un "Vibra-slap" y un poco más adelante, para indicar que ya era suficiente sacó un revólver y con el sonido del disparo se callaron sus compañeros. No conocía a Mariano Paternoster, y Carlos Beresi hizo una pequeña presentación. Es un joven compositor italiano y esta obra fue compuesta para un festival de música contemporánea. Con el título Ondas de choque y, después del disparo, estaba con cierto temor de lo que podría seguir. Pero fue compuesta como banda sonora del film L’estate che non viene (El verano que no llega). Las ondas son las olas que golpean en una playa y la música es sorprendentemente grata. Comienza el contrabajo de L. Vicentella, con el bombo (muy suave) de Oscar Sosa, el cello de Vesselin ¡por supuesto!, el piano de R. Oliva, la Marimba de P. Blanco y la flauta de J. Rodrigo. ¡Qué sorpresa… ningún golpe! Ahora se agrega el oboe de F. Cuoghi. ¿A quién no le gusta el mar? Y con estas "ondas" que nos van envolviendo… ¡más que nunca! Bravo Mariano, voy a rezar varios "Paternoster" como agradecimiento por esta obrita, pero imprevistamente ¡Zas! ¡el golpe!…. en el gong. ¿Se habrá metido de "golpe" un turista chino en el agua de Nápoles? ¡Muy linda obra!
Ahora sale al ruedo Raina Diankova para interpretar dos obras para viola sola: un aria del búlgaro Alexander Raichev (1922-2003), un compositor que fue un importante educador. En la melodía se puede detectar la canción de una trabajadora (o trabajador) que vuelve de la cosecha. Y volvemos a Glière, pero esta vez para 5 de las 8 piezas para violín y cello. ¡Qué delicadamente hermosa la Berceuse (canción de cuna) y qué perfecto el ensamblamiento del violín de Alexander Z. y Vesselin! Y un regalo pre-navideño: Maurice Ravel (1875-1937). De su Sonata para violín y cello compuesta entre 1920 y 1922 en cuatro movimientos escuchamos el 2º, Très vif (muy vivo). Y fue muy vivo. Es un juego de pizzicatti alternados entre violín y cello hasta que en el segundo tema se usan más los arcos y cada vez más rápido hasta que con un "pellizco" final terminan ambos muertos de risa. Y por último una obra de Phillip Glass, músico nacido en Baltimore en 1937. De niño aprendió la flauta y sin dejar la música aprendió matemáticas y filosofía. Siguió su formación "seria" con gente como Darius Milhaud y A. Copland -uno de los grandes "popes" de la música americana- y en Francia con Nadia Boulanger. No le faltaba una buena base. En 1966 viajó al norte de la india, ya por motivos espirituales y después de estar con Ravi Shankar dejó su judaísmo y se hizo budista. ¡Glass dejaba su vida anterior! Su estilo pasa por el minimalismo, de ritmo especial y mucha repetición. Él mismo dijo "Si después de un concierto de mi música el público se queda hasta el final, los invito a cenar". El film Koyaanisqatsi, que musicalizó, lo hizo muy conocido. La música para otro film es lo que escuchamos este viernes para cuarteto de cuerdas: La cellista Laura Lanzi también hizo una brevísima introducción que yo continúo. El film en cuestión data de 1985 y hace referencia a la vida de un famoso escritor japonés llamado Kimitake (príncipe guerrero) Hiraoka; apodado Mishina. Siendo de condición frágil no pudo combatir en el ejército (¡imaginemos la humillación que ello constituía para quien era "príncipe guerrero"!) y por eso desde 1955 practica intensamente entrenamiento de pesas hasta llegar a formar un físico digno de atención. En 1970 tras una gran desilusión en su imaginería militar opta por llevar a cabo el seppuku, una decapitación ritual. Como quien la debía hacer tiene tres intentos fallidos, al final es otro compañero quien lo realiza. Por eso el último título de la obra, Blood Oath (juramento sangriento). La música de Glass es repetitiva pero no como para llegar al seppuku. Y fe muy bien ejecutada por A. Zusuk y Selva Sugo, Antonio Higueras y la mencionada L. Lanzi.