Asegura que le gusta el país, los vinos y las mujeres argentinas. Adora el cine y a sus creadores. Por lo tanto, podría deducirse que Eliseo Altunaga ha pasado muy buenos días en San Juan. Uno de los narradores más respetados de la industria, autoridad en la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y TV de su país, el cubano fue invitado por Unasur Cine para brindar charlas magistrales sobre guión en esta segunda edición, que tiene a Cuba como blanco de homenajes. Culto, amable, descontracturado, el cineasta brindó un panorama del cine latinoamericano, y especialmente de su patria, en charla con DIARIO DE CUYO.
– Tal vez lo más importante del cine latinoamericano es su pluralidad, porque América latina no es un conglomerado homogéneo, sino una gran mezcla de descendientes, indígenas, inmigrantes, y pienso que eso se siente tanto en la construcción del cine como en los abordajes estéticos que se hacen, matizado con las culturas locales. Es una pluralidad.
– No se palpa cuando uno ve el cine con el cine, pero cuando uno lo tira contra el cine de espectáculo, contra las perspectivas de la industria grande, te das cuenta que la necesidad de trabajar otras cosas es común. Creo que América latina imanta, mancha, cambia muchas de las imposiciones de la industria.
– No me gustan las cosas tan grandes, pero sí hay una mirada distinta. Tal vez es la otredad, la otra orilla. Es evidente que los pueblos del Sur tienen una mirada distinta, más independiente, más buscando su propio oriente; y eso irá dando miradas que no se esperan.
– El cine nació así, tanto el cine ruso que era totalmente social y revolucionario, como el cine popular norteamericano que tuvo una mirada hacia los otros, recuerda a Chaplin. Pero desde los "40 hasta casi los "60, con el desarrollo de la industria, la tendencia se desmarcó y se hizo un aparato de evasión. Luego con la tecnología que permite a los pueblos con menos dineros acceder, hay como un renacer de esa mirada, hacia lo social, a lo cotidiano, lo humano, las pequeñas tragedias; algo que viene de Japón, China, Irán, fundamentalmente.
– En Cuba ya existía un cine antes de la revolución, pero en la revolución se volvió un elemento muy estético. Fue la forma de hablar de una intelectualidad que no tenía voz, entonces se hizo un cine culto. El documental, que sí tiene una rica tradición en Cuba, sí era muy de mirada, muy de la realidad. La izquierda europea influyó mucho en el cine cubano. Igual fue un cine plural, no había una tendencia única.
– Más que del régimen, diría que a los pocos cineastas que habían estudiado cine… que eran del régimen ¿no? Pero no era porque fueran del régimen solamente. En Cuba el cine no fue un elemento de propaganda política abierta, como lo fue en la Unión Soviética de Stalin, es verdad. Tampoco era un cine de profunda crítica, pero se movía en la mirada del cine europeo.
– Porque era cubano y porque había… ¡No me hagas a mí hacer propaganda! (risas)… porque había una guerra con Estados Unidos, había problemas con mercados. La guerra fría se sentía en la distribución del cine. Todavía el control de la distribución es algo que no se ha resuelto totalmente para los latinoamericanos.
– No sabría decirte con certeza. Yo creo que los que se querían ir emplearon muchos medios, que los invitaran, casarse, conseguir un contrato… Hoy no hay ese problema, se levantó esa restricción, el que quiere salir, sale; es un problema de las embajadas que le den la visa o no. El fenómeno de la migración es más complicado, no es un tema de artistas, no era una masa de artistas que quisiera irse; era más bien un tema de clases sociales.
– Lezama Lima decía que el isleño caminaba a la costa, miraba el mar, se veía reflejado y pensaba que el mundo se terminaba ahí. Yo soy un poco el caribeño isleño. La idea de ser emigrante, al margen de lo político y de que me encantan muchas sociedades que no son comunistas, no me gusta. Me gusta lo mío. Y no es que siempre haya estado bien y sea oficial, o que te vean palo del gobierno. Muchas veces estuve mal y me hicieron propuestas. Pero no, yo voy y vengo. Y así me va la vida.

