Su energía es contagiosa. Su música, pegadiza. Ataviados con elaborados trajes y maquillajes, difunden su mensaje, su visión del mundo. Se trata de Agarrate Catalina, la murga uruguaya que desde hace algunos años hace furor y en San Juan ya tiene también su público propio. En su tercera presentación en la provincia, este colectivo artístico trae su nuevo espectáculo "La comunidad", un show en el que la ironía y el humor continúan atravesándolo, aunque con una nueva búsqueda, un planteo coral diferente y la introducción de guitarra y bajo eléctricos.
Yamandú Cardozo, director y uno de los fundadores de Agarrate junto a su hermano Tabaré, aseguró a DIARIO DE CUYO que disfrutan de una gira por provincias argentinas donde no habían estado antes y están "muy contentos" por volver a San Juan donde recuerdan haber sido tratados con "cariño" y "buena onda".
Desde que surgieron en 2001 Agarrate Catalina se convirtió en representante indiscutida de la murga en el Río de la Plata. Sin embargo, esa corriente artística se extendió tierra adentro, despertando la curiosidad de distintas comunidades que comenzaron a expresarse de este modo.
-Hay un gran surgimiento de murgas en distintos lugares, ¿qué opina de esto?
-Las actividades colectivas, en lugares sumergidos económica, cultural y socialmente, dejados de lado por sucesivos de gobiernos o formas de poder, vienen muy bien como herramienta social. La murga no es sólo de Uruguay. La murga es la manera que tenemos la gente común de los barrios, que no tenemos acceso, a ser una voz escuchada. Además del ejercicio del colectivo que se produce. Para los chiquilines, los niños, los pibes, ya ejercitarse en la expresión y creación colectiva, en el intento de expresarse juntos, de aprender a tolerar otras opiniones y a mancomunarlos para expresarlos en un hecho artístico, me parece buenísimo.
-¿Cambia la filosofía entre las murgas de adultos y la de chicos?
-Sabes que no lo sé. Porque nosotros nos formamos teniendo 20 años, además desde chicos nos acostumbramos a ver murgas y a que la murga sea la banda sonora de nuestra vida, entonces la tenemos muy incorporada. Lo más lindo de esto, que si bien nosotros tenemos una cuestión de crítica, de sátira política, en la murga no todo es crítica, es mucho de juego y los grandes podemos jugar y recuperar el niño interior.
-Pero, ¿cambia la temática, hay consignas de protesta o el niño juega nomás?
-La herramienta social que menciono está ahí, pero no necesariamente lo textual. No vamos a pedir que el niño diga cosas de grandes. Los niños son niños y tienen que jugar siempre. Pienso en el fútbol barrial, en Uruguay los padres trasladan toda la presión en que el chico tiene que ser Messi o Forlán desde chiquitos. Estoy sumamente de acuerdo que el niño tiene que jugar. Me encanta que los chicos hagan experiencias artistas colectivas, me encanta cuando son guiadas por los grandes, pero en función de las necesidades y ganas de los niños.
-¿Los shows cada vez más elaborados, no desvirtúan el origen de la murga?
-Es algo que debatimos. Nosotros armamos un espectáculo, de cosas que nos conmueven, que nos molestan mucho, miedos, certezas, esperanzas, un espectáculo que honestamente nos atraviese la vida; y lo hacemos de manera innegociable, decimos lo que queremos y cómo queremos. Una vez que ese espectáculo está listo, dónde y en qué lugar lo reproduzcamos dependerá de nosotros. Mientras uno no modifique el contenido de tu grito tras de quienes lo van a ver, y no transen con esta cuestión, no es problema.
Nos gusta ir a lugares no tradicionales, por eso hay que saber quién te escucha, porque no sabes a quién llegas, ni qué generas con lo que vos cantas, por eso creo que mientras sigas teniendo respeto, cariño y honestidad por tu espectáculo, no hay problema.

