Hijo de un albañil, nació en una casilla en Laferrere. Profesor de música y músico -su faceta menos conocida, que lo conectó con Alejandro Dolina y con la TV- cuenta que vendía chorizos, cantaba los fines de semana y daba clases para pagarse los estudios de Psicología. Recibido, comenzó a ejercer en su consultorio, que no deja por nada. Ni siquiera por esa tele que le dio una popularidad que reconoce, pero no lo marea. A 15 años de trabajo junto a Dolina (La Venganza será terrible) se sumaron participaciones en Todos al diván (Pettinato-Mazzoco) y RSM (Mariana Fabbiani); e incluso un ciclo propio, Terapia, por América. También hace radio (conduce Noche de Diván en Radio Provincia y es columnista de Tarde Negra, de Elizabeth Vernaci, en Rock & Pop). El éxito devino en libros: Historias de Diván y Palabras Cruzadas, best sellers. Y llegaron las tablas: "Charlas de diván", propuesta que lo lleva por todo el país y lo traerá a San Juan el 1 de noviembre, día de su cumpleaños 48.

"Son conversaciones abiertas sin temas pautados. En una hora y media nos abocamos a pensar juntos, el público y yo, sobre los temas que ellos propongan", adelantó a DIARIO DE CUYO Gabriel Rolón, papá de dos hijos de su primer matrimonio y hace una década en pareja con una violinista, catorce años menor.

– ¿Cuánto cambió su vida la TV?

– Los medios cambiaron muchas cosas de mi vida, menos mi manera de pensar. Aprendí muchísimo y fui comprendiendo cómo funcionan los medios. En algunos casos, como en el programa de Rock and Pop, me sumó muchos pacientes; en otros como Todos al Diván, me dieron cierta popularidad masiva; y en el caso de La Venganza, un gran prestigio.

– ¿Dinero y admiradoras?

– No crea que todos ganan mucho en los medios. Para nada. Yo tengo a veces ingresos que dan risa, pero lo hago porque me gusta. Y admiradoras, hay tantas como detractores. Es parte del juego.

– ¿En algún momento la tele fue en detrimento de su prestigio profesional?

– Sí, muchas veces. Algunos colegas han sido muy duros conmigo porque accedí a trabajar en los medios. Pero siempre traté de saber que yo soy quien debe sentirse orgulloso o no de lo que hace. Algunas veces yo mismo fui muy crítico y duro, y en esos casos me tomé mi tiempo. A lo mejor lo que estaba haciendo no estaba bien para mí. También escucho las críticas. No hay que enojarse por eso, hay que escuchar, a lo mejor el que te critica tiene algo de razón.

– ¿Hay famosos que recurrieron a su diván?

– Sí, pero no voy a decir quiénes, es un derecho que tienen ellos y no yo.

– Algunos lo comparan con Jorge Bucay. ¿Qué le provoca?

– Me parece algo inevitable. Hay muchos puntos en común y otros que nos diferencian. Pero él también trabaja en los medios, escribe libros y es terapeuta. Pero también hay diferencias, él es médico y yo psicólogo, el es gestáltico y yo psicoanalista, y sus libros apuntan a transmitir cosas diferentes a los míos. Yo no me sumo a la gente que lo agrede o lo maltrata.

– ¿Se bajaría de la pantalla?

– Sí y fácilmente. De hecho este año tuve propuestas para volver a hacer los dos programas que hacía el año pasado (RSM y Terapia) y dije que no. La tele no me seduce demasiado, aunque si me gusta la propuesta puedo hacerlo y disfrutarlo. Genera demasiada exposición. La radio es otra historia. Si pudiera, creo que la haría siempre.

– ¿No se encariñó con esta gran vidriera?

– No. Me encariñé con algunas personas con las que trabajé y trabé amistad. Andino, Mazzocco, Pettinato, Fabbiani, Tortonese, Maju Lozano, por nombrar algunas… son personas a las que quiero y respeto cuando se apagan las luces y tomamos un café en la esquina.

– ¿Cuál fue el famoso que más lo impactó y por qué?

– Alejandro Dolina, por su inteligencia, su talento, por permitirse ser tan brillante en roles tan distintos. Creo que muchos no le perdonaron tanto talento. Y además, es un hombre generoso. Trabajar a su lado es un privilegio que voy a agradecer toda la vida.

– Ahora usted es uno de los famosos de la tele. ¿Cómo maneja la popularidad?

– Con humildad y sabiendo que es algo que hoy está y puede no estar mañana. Y que mi vida no depende de eso. Vivo de mi trabajo como psicólogo y de los libros que escribo. Hago medios cuando la propuesta me gusta mucho y si no, no hago. Jamás olvido de dónde vengo y por eso siempre me paro cuando alguien me quiere hablar. La pobreza, si uno no es resentido de su pasado, te da una humilde dignidad. Y eso es algo que yo le agradezco a mis dificultades históricas.