Humilde como pocos, Mario Pérez -el talentoso artista oriundo del Barrio Capitán Lazo, Rawson, que este año integra también la nómina nacional de "Artistas del Bicentenario"- inauguró el jueves por la noche una nueva muestra en la reconocida galería Zurbarán. Exposición que -con entrada libre- tiene como gancho para el visitante un llamativo obelisco de casi 7 metros de alto, con sus obras ploteadas en vinílico y emplazado en una plazoleta de Av. Cerrito (frente a la galería). Ya desde allí, el sanjuanino invita a recorrer sus vivencias, sus sueños y las costumbres de su tierra.

– Esta es tu segunda exposición en Zurbarán… ¿Qué presentás?

– Sí, me convocó Ignacio Gutiérrez Zaldívar de la galería, y estoy presentando nuevas inquietudes. Pero lo lindo es lo que está sucediendo con la gente, hasta el 19 de mayo que dura la exposición, que es que el artista se abre a los comentarios. Y me gusta ver qué sienten los visitantes, que energía les generan las obras más allá de los temas, que pueden ser recurrentes. Eso me pone feliz.

-¿En qué temáticas nuevas incursionaste?

-Estoy buscando más síntesis, más espacio, trabajo más la paleta monocroma, me estoy divirtiendo. Uno no sabe, pero en algún momento el artista empieza a necesitar dar como otra imagen.

-La textura es un rasgo relevante ¿Con qué intención la implementás?

-Es como mi firma, la materia para mí es muy importante. Fijate que en ninguna de mis obras está presente la montaña, sin embargo cualquier cielo, cualquier parte de la obra puede ser una piedra. Esa es la intención de la textura y en eso logro algo que mucha gente cree que es impresionista, puntillista: son interposiciones de capas de óleo que van cerrando una atmósfera, que muchas veces tiene que ver con la calidez del viento Zonda, de las noches de verano de San Juan. Lo otro es una excusa, la fogata, los bailongos, los pequeños parques de diversiones que suelen recorrer los pueblitos de nuestra provincia. Lo que me llama la atención es que esta obra también puede ser de Perú, Bolivia, México… tiene un sentido americano que se ha ido dando.

-Grandes tanques de agua, barquitos, escaleras… ¿Qué significado tienen estos elementos?

-Tienen que ver con este mundo mágico de las escaleras, con los momentos de cierta paz… los barcos, no sé con qué historias internas o con qué sueños propios están relacionados, pero me sale. Tienen que ver con esas búsquedas internas, nostalgias, y creo que la gente muchas veces coincide y me lo hace saber, y es increíble.

-Otro elemento que se destaca son las luces ¿Te costó llegar a este realismo?

-Lo que me pasa es que cuando miro mis cuadros, creo que los pintó otro, es muy gracioso. Es cierto que parece que las luces estuvieran ahí, son años de estar trabajando en ellas, ahora me salen fáciles, ni las pienso… Es muy extraña mi acción creativa, por ahí me enfrento al lienzo blanco y al rato está pintado, uno es simplemente un conductor de lo que surge.

-Pero sí sos consciente de la repercusión que has alcanzado…

– Soy un agradecido de lo que me está sucediendo, amo pintar y lo haré hasta los últimos días de mi existencia, me siento un obrero del arte. Hay una especie de revalorización de los hacedores del arte y es bueno que San Juan comience a tener esta mirada.