Verdad. Profundidad. Intimidad. Reflexión. Filosofía. Orígenes. Esencia. Cultura. Historia. Todas estas palabras figuran asociadas a "tango" en el diccionario de Rodolfo Mederos, el talentoso bandoneonista que -identificado con aquella vieja guardia del 2×4, con próceres como Homero Manzi o Aníbal Troilo- arribará a San Juan en el marco de la temporada de Mozarteum (ver aparte).
Inquieto y curioso -características que lo llevaron a vincularse con el rock de aquella Generación Cero-, pero con fuertes raíces, Mederos se define como una suerte de ecologista o arqueólogo que intenta reconstruir en el vertiginoso Siglo XXI lo que queda de aquel tango, el original. Y así se anuncia.
"Voy con sinceridad, con deseos, con una idea de encontrarnos con una parte de la cultura que fue genuina en otra época y que ahora está como contaminada", dice en charla con DIARIO DE CUYO…
– ¿Todo tiempo pasado fue mejor?
– En el tango sí, pero tampoco cualquier tiempo…
– Y lo que hoy se escucha ¿qué es? Coletazos, hologramas…
– Coletazos, eso está bien, lo cual me da energía para intentar colaborar en esta recuperación, si vale el término…
– ¿Cómo sería un pantallazo de esa transición?
– Creo que lo que estamos viviendo hoy es una evaporación de nuestras memorias musicales. Me parece que el tango se detuvo en el año 55, ¿curioso no?, fogoneado luego por la época negra de la dictadura militar y todas aquellas tóxicas manipulaciones y productos que inventaron los socios de la dictadura, con el Club del Clan y todas esas porquerías que nos desviaron de nuestros gustos genuinos y nos hicieron pensar que nos debía gustar otra cosa. Lo único que quedaba del tango en aquella época eran aquellos programas vergonzosos como Grandes valores del tango, que fueron una mueca bastarda y ridícula de lo que fue el tango… a nosotros nos daba vergüenza eso. Ahí comenzó esta ruptura y pérdida de aquellos eslabones que toda cultura debe tener para continuar. En definitiva la cultura de un pueblo no es el grado de información que tenga, sino usos y costumbres que se van trasladando de generación en generación. De manera que todas las generaciones criadas en aquellas épocas tienen una suerte de orfandad, creo que ni saben lo que es un bandoneón. Y aunque lo que digo parece extremo, no lo es.
– Dura mirada del Siglo XXI…
– Hoy hay como un entusiasmo que se mezcla un poco con la moda, y no hay que confundir. Una franja de la gente joven está genuinamente interesada en esta música, y otros son oportunistas que aprovechan que el tango puede dejar un peso, entonces se ponen a cantar Naranjo en flor, pero nadie sabe nada y así siguen colaborando con la depredación. Y por otra parte se ha convertido en mercadería para un turismo desprevenido. Pero cuidado que lo que está de moda después se pone en liquidación.
– ¿Y dónde está la resistencia?
– Bueno, hoy el tango es un elemento de culto que hay que ir a buscar a lugares especiales. Los jóvenes que tienen sanos deseos de esta música tienen que hacer un camino hacia atrás, hacia la sustancia, y que no es fácil. Yo me siento privilegiado porque pude tocar con aquellos músicos y aprender de ellos. La cultura se aprendía ahí. Hoy es más difícil porque esos músicos se murieron y esos materiales que dejaron tampoco están muy a mano ¿quién encuentra un arreglo de Caló, Troilo o Pugliese? En aquella época no había que ir a buscarlo, era lo que sonaba. Hoy son viejas piezas de arqueología…
– Y usted es un arqueólogo…
– Un poco sí. Trato de mostrar lo maravillosas que fueron, lo bien que representaron nuestro sentir, la metamorfosis que fue sufriendo con ese modernismo instalado en los "70… No soy el redentor del tango, apenas soy un músico que tiene esas coordenadas y que lo único que sabe y quiere hacer es eso. Y lo hago con honestidad y pasión, y en definitiva, en eso se me va la vida.
– Si hubiera una palabra que pudiera definir aquel tango…
– Verdad. Ese tango salía de la necesidad de la gente. Hoy es medio forzado, artificial, porque en realidad el tango no tiene mucho lugar en esta sociedad consumista, masiva, veloz, fugaz, fútil, epidérmica… Hoy en general la música está hecha en una oficina de marketing para distraer. Y el tango, rotundamente, no es para distraer. El tango es para pensar, para viajar adentro de uno. Va más allá de una música, es una visión del mundo, una filosofía. Y es difícil que hoy la gente se detenga a reflexionar y a observar… Por eso siento que estamos asistiendo a una etapa apocalíptica…
– Pero hay un Mederos, y seguramente muchos otros, jóvenes incluso, que buscarán esa luz…
– Sí, y en eso pongo mis esperanzas. Pero habrá que trabajar duro.
– Muchos jóvenes se han acercado por el tango electrónico…
– ¿De qué me estás hablando?
– De tango electrónico…
– ¿De qué cosa me hablás?
– ¿Qué opina del tango electrónico?
– ¿De qué cosa me estás hablando? (risas) Yo tengo una plancha, un ventilador… algo más debo tener que enchufo (risas).
– Mederos tocó con los grandes maestros. Hoy es uno de ellos…
– La gente dice eso y me halaga, por supuesto, y en algún punto debe ser así pero yo me sigo sintiendo un laburante.

