Es psicólogo, teólogo, sexólogo, pastor evangélico y -tal vez su faceta más popular- escritor. Su nombre se hizo conocido de la mano de exitosas publicaciones, como Gente Tóxica, Emociones tóxicas, Autoboicot, Fracasos exitosos e Intoxicados por la fe (su más reciente entrega); a los que sumó "Salud emocional", un programa que acaba de estrenar en la pantalla de Utilísima. Pero además, Stamateas es el responsable de analizar las experiencias vividas por los 24 exponentes de cada provincia que participaron en febrero pasado de "24-200-10", el reality del cruce sanmartiniano que -conclusiones del especialista incluidas- será transmitido en agosto, por televisión abierta (canal a confirmar).

En medio de una agenda colmada, Stamateas se hizo un lugar para dialogar con DIARIO DE CUYO sobre el reto al que se sometieron los concursantes del reality, y también sobre los principios que promueve y con los que comulgan cientos de argentinos que lo convirtieron en uno de los nuevos "gurúes" de la autoayuda.

-¿Cómo explica que 24 personas hayan convenido en cruzar los Andes para un reality, con características muy distantes a las de este tipo de formato televisivo?

-La insatisfacción es el mejor motivador que existe, entonces el desafío es bueno porque activa dicha insatisfacción: hay algo que no alcancé y ese algo puede ser un gran motivador. El cruce reunió gente de todo el país que compartió un mismo objetivo, y acá tenemos un principio de psicología grupal muy importante, si nos une una meta, somos indestructibles.Y esto funciona un poco como la oposición al paradigma individualista vigente en nuestra sociedad, que se lo muestra viable, pero es falso, porque siempre necesitamos del otro. La travesía de San Martín sirvió como punto inicial y como sentimiento compartido para despertar esa motivación.

-¿Con qué tuvieron que enfrentarse estos participantes?

– El cruce implicó la sumatoria de dos grandes crisis que el grupo tuvo que enfrentar, primero lo físico, la adaptación a la naturaleza, el frío, el hambre, la altura, y los problemas que a cada uno tuvo, y también las reacciones interpersonales en el plano psicológico, porque uno necesitaba del otro para llegar, cada uno tenía que sacrificar parte de su manera de ser para construir un yo grupal y en esto la flexibilidad es clave. Cuando se da esa cohesión de cosas el grupo funciona, aunque la crisis está y el estrés de tener que interrelacionarse permanentemente con el otro también.

-En este sentido ¿Qué papel cumplieron Adrián Cormillot y Sergio Verón?

-Ambos fueron líderes, Verón en la conducción del grupo, Cormillot en su asistencia médica. El líder es alguien que tiene una foto del mañana e influencia para que todo el mundo se mantenga enfocado en ese mañana, todo lo hicieron para llegar a al meta: cuidar la cohesión del grupo, ser un colchón frente a las crisis inesperadas, el manejo de las presiones internas y externas, la contención afectiva, es un proceso muy complejo. La hazaña incluyó la variabilidad de caracteres y sentimientos en cada participante, porque en una situación de crisis uno está hipersensible, y ahí el líder debe aplacar.

-¿Hasta qué punto lo psíquico determina lo físico?

– Lo psíquico influye en lo físico y lo físico influye en lo psíquico, somos una unidad indivisible. A los cuidados clásicos del cuerpo hay que agregarle el cuidado de nuestros pensamientos, y eliminar de nuestras mentes los odios y los resentimientos, alejarnos de gente y hábitos tóxicos, intentar saber qué nos pasa, revisar qué pensamos y estar atentos cuando algo nos hace ruido, es ahí cuando debe empezar nuestra introspección.

-Usted hace hincapié en el potencial de cada uno ¿Cómo podemos fomentarlo?

-Los pensamientos y las creencias que tenemos son muy importantes. La calidad de los pensamientos va a marcar la calidad de vida: si creo que no puedo, que no sé, que no lo merezco o no me ayudaron es muy difícil, todos esos pensamientos limitantes nos van a acotar el campo de acción.

-¿Cómo influye la cultura, la educación y la religión en estos pensamientos y creencias?

-La cultura, la religión, la familia, la escuela nos moldea. Los latinos tenemos una cultura basada en la culpa, el dolor y el sacrificio. Para que algo valga nos tiene que doler, entonces por eso sospechamos del éxito y hasta es raro ver a una personas contenta cantando por la calle. Por ello nos cuesta darnos permiso para ser felices. El dolor es parte de la vida pero el sufrimiento es mantenernos en el dolor sin querer salir.

-¿De qué forma se puede salir de esta falsa concepción?

-Cuanto más prevención hagamos en cada ser humano, mayor será el potencial de cada uno. También tenemos que hacernos amigos de los fracasos y los errores, que son fuentes de crecimiento, si el error me enseña no lo vuelvo a cometer, y tampoco debemos ligarlo a la estima, es común culparnos y decirnos que no servimos para nada cuando erramos, y nada más lejos. Frente a lo que percibimos como debilidad, tener en claro nuestros conflictos es ya un paso clave en el camino de la felicidad y el disfrute de la vida.