Cuando el pasado 7 de abril el joven director ruso Yuri Ilinov dirigió a la orquesta, las obras incluían a Glinka, Taneyev, Arensky y Rachmaninov y comentábamos que con tantas melodías características rusas, se comprende que los ballets de P. Tchaikowsky (1840-1893) no nacen "porque sí". Es 100% ruso pero a la vez "abierto" a Occidente. Y es interesante que cuando Rusia permanecía a ojos occidentales considerada como una nación inmensa, lejana y "distinta" sojuzgada por personajes tipo "Iván el terrible", uno de los elementos que contribuyó a considerarla más "europea" y "civilizada" fue precisamente la música. Específicamente Tchaikowsky suavizó y endulzó los sentimientos o resquemores anti-rusos.
En 1875 la ópera de Moscú le encargó "El Lago de los cisnes" op. 20; en 1840 en San Petesburgo estrena "La bella durmiente" op 66 y en 1892 también en San Petesburgo estrena un ballet basado en "Cascanueces y la Guerra de los ratones"; un cuento de Ernest Theodor Hoffmann (1776-1822), escritor, dibujante y músico. Si bien su capacidad musical había impresionado a Beethoven fue más conocido por sus obras de género fantástico o de horror (de hecho influiría más adelante en Edgard Allan Poe por ejemplo). Sus excentricidades terminaron enfermándolo (en 1880 Jacques Offenbach compuso una ópera basada en un personaje alusivo: "Los cuentos de Hoffmann"). El argumento original fue luego adaptado por Alexandre Dumas y aún más "endulzado" por Tchaikowsky de manera que hoy casi se lo considera un "cuento navideño". Consta de dos actos: Acto 1º: "Obertura miniatura": Para iniciar con un tono más suave y ligero hay silencio de chelos y contrabajos y el tono "mágico" lo dan los vientos madera, suave corno y triángulo. "Árbol de Navidad": la inician los violines. "Marcha": la inician los clarinetes con suaves bronces y respondida por violines con pizzicato de chelos y contrabajos terminando de manera "triunfal".
En un momento la marcha se transforma en "galop" entonando una canción infantil francesa: "Bon voyage Monsieur Dumollet" y otra más solemne para sus padres. Llega Drosselmayer que es un mago misterioso a la vez que tío de la niña Clara y que posee la habilidad de transformar juguetes en seres con vida. Junto al árbol navideño deja regalos para todos y especialmente uno Clara: un cascanueces con forma de soldadito. "Vals del abuelo". "Clara y el Cascanueces": finalizando se retoma la melodía en un tono hímnico más solemne. "Batalla": termina con un disparo. "Bosque de pinos invernales". "Vals de la nieve": con las caídas de los copos se va iniciando lentamente el tema al que se agregan las voces infantiles del coro que tararean una simple y sencilla melodía. Acto 2º: El castillo mágico y el país de los dulces. De nuevo la cuerda y los bronces dan un sentido solemne "hímnico" con arpegios de flautas y piccolo. Llega Clara y el Cascanueces -ahora príncipe-. Un momento íntimo de arpa y celesta. "Divertimentos", "Chocolate" (sobre fondo de fagotes y trombones se inicia un vals "a la española" que por supuesto usa las castañuelas), "Café" (una danza árabe). Suavísimo fondo de chelos en ostinato con sordina que permite al corno inglés y clarinete a exponer el tema para los violines. Es un mundo árabe "a la rusa!!’, "Té" (danza china): sobre fondo de fagotes y flautas con suaves pizzicatos inicia este trozo, quizá el más divertido del ballet.
Imposible no recordar a los honguitos chinos para quien haya visto la película Fantasía" de Walt Disney! (recordé un chiste de infancia: "Mamá, ¿no podrían contratar a una bailarina más alta? porque siempre baila en puntas de pie!!") , "Danza rusa" que es un "Trepak" o vigorosa danza en 2/4. Es un tutti de la orquesta para que suene realmente fuerte y de tal modo se incrementa el ritmo que se produce un vistoso "accelerando" que termina abruptamente. Tchaikowsky podía aludir a lo árabe o chino o español "a su manera" pero acá nos dice: "podré ser catalogado como menos nacionalista por mis colegas à.pero soy verdaderamente ruso"!! "Danza de los mirlitones": Tema de la flauta sobre pizzicato. Ambos grupos hasta que irrumpen en una segunda sección las trompetas con la cuerda. Y vuelven las flautas. Aparece otra canción infantil francesa: "Cadet Roussel est bon enfant". "Madre Gengibre". Terminado ese "divertimento" de temas sigue el famoso "Vals de las flores" iniciado por bronces y arpa que realiza una cadencia.
Cornos y clarinete exponen la melodía del vals con un segundo tema para las cuerdas. "Pas de deux": introducidos por el arpa y seguido por los chelos, flautas y fagotes hasta que repetido crece en intensidad. "Tarantela" brevísima. "El Hada confite": pizzicato pianissimo y otra vez escuchamos a la mágica celesta respondida por el clarinete bajo. Sigue una Coda que es otra de las infinitas melodías tchaikowskianas rápida e intensa que prepara el "Vals final o Apoteosis" en la que cuerdas con trombones inician otro enérgico vals al cual se van uniendo (como en los valses de casamientos) los diversos miembros de la "familia" orquestal. ¿Puede haber ballet sin música? Sería no solo ridículo sino imposible. ¿Puede haber música de ballet sin ballet? y sí, aunque luego se hagan "Suites de ballet". Pero cuando la música de Tchaikowsy permite unificar ballet, escenografía, coreografía y vestuario se produce la "magia".
Como el nivel me pareció excelente me permito mencionar dos elementos, la presencia encantadora de los niños en el primer acto así como nuestro coro de niños y un detalle quizá ínfimo pero que me encantó: el teatro de títeres para deleite de los niños especialmente cuando un títere le está pegando al otro; detalle quizá ínfimo pero que muestra el grado de íntima delicadeza. Y la orquesta -absolutamente esencial aunque no se la vea, pero se la escucha- maravillosa. El público es afortunado y privilegiado de tener semejante posibilidad cultural porque la belleza educa; con el tiempo se irá acostumbrando a no hablar durante la obra y a esperar que termine la melodía antes de empezar a aplaudir y tapar muchos compases de Tchaikowsky.