A sus 88 años, uno de los máximos compositores del folclore como es Ariel Ramírez se encontraba hasta anoche en terapia intensiva de una clínica del conurbano bonaerense y su estado era "delicado".

Allegados al autor que en octubre de 2002 estuvo por última vez en San Juan -para actuar con el Coro Universitario de la UNSJ y Claudia Pirán en el Teatro Sarmiento- e inmortalizó a la provincia en su zamba Volveré siempre a San Juan -con letra de Armando Tejada Gómez en 1967-, confirmaron la mala noticia aunque respetaron la decisión familiar de no revelar mayores detalles.

Al margen de esta complicación clínica, el compositor de Misa Criolla, Alfonsina y el mar, y Mujeres Argentinas, padece desde hace años una enfermedad por la que prácticamente perdió la memoria y no pudo continuar su obra.

Cuarto entre los 6 hijos de Rosa Servetti y Zenón Ramírez , Ariel nació en Santa Fe, donde estudió piano y obtuvo su título de maestro. Luego se radicó en Córdoba. Allí, conoció a Atahualpa Yupanqui, quien lo impulsó a recorrer el noroeste.

Hacia 1943, se inició como intérprete y 3 años después, la RCA Víctor imprimió sus primeras placas con La tristecita, Purmamarca y Malambo: "lo más puro de mi creación", según observó el propio Ramírez.

Don Ariel perfeccionó su estilo en el Conservatorio Nacional, donde durante un año, recibió lecciones de técnica pianística y composición.

Así, en 1950, le llegó su primer viaje a Europa. Radicado en Roma, a lo largo de 4 años, se presentó en las Universidades de Barcelona, Santander, Roma, Cambridge, Utrecht y Amsterdam; y actuó en la Sala Brahms y la Academia de Música de Viena, la Musikhalle de Hamburgo, el Withmore Hall, la BBC de Londres y Radio Vaticano donde fue recibido por el Papa Pío XII.

Al volver del viejo continente, se estableció en Lima (Perú) en 1954 y un año más tarde regresó a Argentina para organizar la Compañía de Folklore Ariel Ramírez.

En su búsqueda de nuevas sonoridades, integró elencos con notables artistas, como Eduardo Falú, Jaime Torres, Lolita Torres y Mercedes Sosa; e incursionó en la cinematografía, con bandas sonoras para los directores Leopoldo Torre Nilsson, Fernando Ayala y Héctor Olivera.

Pero es 1964 el año que marca un hito en su trayectoria. Esa Navidad, estrena Misa Criolla, obra que abre uno de los períodos más brillantes de su carrera y con la que llegó hasta Japón.

Paralelamente, como dirigente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, ocupó cargos nacionales e internacionales; en 1988 tuvo el honor de ser el primer latinoamericano en presidir la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores.

Sin embargo son sus canciones, objeto de múltiples grabaciones, las que han dado la vuelta al mundo en inglés, italiano, francés, hebreo y árabe.