"Ay, mamá, no me dejes sola…". No era la primera vez que Noelia Ferriols le hacía ese pedido a Beatriz Salomón. La última fue a mediados de 2018 cuando la actriz se sentó con su hija mayor para comunicarle el diagnóstico que, rato antes, le había dado el médico: cáncer de colon. Esas tres palabras que tienen un significado clínico, pero muchos otros emocionales: sorpresa, indignación, tristeza, impotencia, dolor, esperanza. Y aquel ruego de Noelia: "Ay, mamá, no me dejes sola…".

A partir de esa conversación -de la que también participó su hija mejor, Bettina Ferriols– y de una enfermedad que ella misma definió como "cruenta e invasiva", comenzó para la actriz una larga batalla. Pero que en definitiva tampoco había sido la primera. Dos décadas atrás había transitado otra que surgió de un deseo: ser madre.

El 16 de abril de 1999, quien fuera una de las "chicas Olmedo" -su rol como asistente del Manosanta la lanzó a la popularidad- se casó con el cirujano Alberto Ferriols bajo el rito ortodoxo sirio, como lo marcaban sus antepasados. Poco meses después decidió formar una familia. Y ante la imposibilidad de ser madre biológica, buscó la adopción.

El proceso fue tedioso. A menudo desalentador. Por eso en más de una ocasión Salomón habló públicamente sobre la imperiosa necesidad de "agilizar los trámites" para soslayar las trabas burocráticas. "Hay muchas familias que están dispuestas a tener hijos del corazón -advertía-. El tiempo no solo es largo para las familias, sino mucho más para los niños que esperan tener una".


 

Luego de tanta insistencia el camino la llevó a la meta anhelada. Primero llegó Noelia (hoy con 18 años). Meses después Bettina (ya cumplió 15), aunque el escándalo mediático de Ferriols le hizo creer que podía perderla: por aquellos meses de 2004 la nena todavía se hallaba en periodo de prueba. Y además, la polémica -que derivó en una separación- interrumpió nuevos planes: Salomón quería iniciar el trámite de adopción de un varón. "Mis hijas son lo que más amo en el mundo. Las defiendo con uñas y dientes", decía una y otra vez la actriz, quien hizo a un lado su carrera para abocarse a ellas.

"Me costó, y me cuesta mucho criarlas", contó una vez. Nada nuevo: ¿quién aseguró que resultaría sencillo? Ni con un pan bajo el brazo, ni con un manual de instrucciones: los niños -en este caso Noelia y Bettina- llegan solos. Mejor dicho, vienen repletos de amor. Y nosotros, desde aquí, aportamos lo nuestro: los temores, los miedos, los errores, las enseñanzas, la cuota de amor… Que siendo Beatriz, era infinita. "Soy una mamá presente", se ufanaba. Tenía con qué.

A ellas les transmitió su coquetería. "¡Se han mimetizado bastante conmigo! Me doy cuenta en sus looks, en sus vestimentas y el maquillaje -sonreía la Turca-. Siempre les remarco que estoy criando dos prin-ce-sas. Quiero que sean dos mujeres divinas y encuentren dos maridos maravillosos". Y agregaba, a modo de mea culpa: "Que no se equivoquen como yo". Porque sabía que Noelia y Bettina, en su camino, elegirán las piedras con las cuales tropezar, sortearán sus propios obstáculos. Serán felices, también. La vida.

"Ay, mamá, no me dejes sola…". Aquella frase que Noelia pronunció un año atrás, justo antes de que se iniciara esta batalla cruel afrontada a puro coraje, se dio por primera vez de manera tácita. Sucedió cuando Beatriz la adoptó, formando desde ella una familia. Y amándola, cuidándola, protegiéndola. Criándola como pudo, sí, como le salió: criándola con amor. Y haciéndolo prácticamente sola ("¿El padre? A veces lo ven…", confiaba, más con resignada que ofuscada, hasta que logró perdonarlo, 14 años más tarde).

La Turca cumplió su pedido, y por completo: jamás la dejó sola. Le dio un hogar aquella vez. Enfrentó dos décadas después -y con un coraje enorme- esta batalla cruel, injusta, despiadada. Y desde este sábado, con su muerte, se convirtió en la mamá del corazón que siempre dijo ser.

Porque somos en quienes nos quedamos una vez que partimos. Y es allí donde Beatriz habita a partir de hoy: en los corazones de Noelia y Bettina.