La escena se repite de lunes a viernes. Basta que comience a sonar la música de presentación, para que los controles remotos se paralicen. Es plena siesta, pero las chicas salen de la pileta, la señora se levanta de la cama y hasta los señores pispean detrás del diario esta historia que también hipnotiza a la teleaudiencia sanjuanina, nada ajena al fenómeno que se extiende desde Chile hasta Kazajistán. Grupos abiertos, grupos cerrados y clubs de fans en Facebook; Trending Topic (el tema más comentado) en Twitter y cientos de mensajitos cruzados en WhatsApp sobre el capítulo de turno son otros indicadores visibles del éxito de Avenida Brasil, el melodrama carioca que en sólo tres semanas de aire argento pateó las planillas del rating. Instalado en Telefe, cómodamente domina la franja horaria de las 16.30. De hecho, según consigna television.com.ar, es el único programa fuera del prime-time que integra el ranking de los cinco envíos más vistos.
¿Pero que hace que este culebrón de Rede Globo, escrito por João Emanuel Carneiro y dirigido por Ricardo Waddington, se haya convertido en semejante fenómeno? Pocos pueden dar un solo dato y muchos responden con "es una mezcla de todo’. "Todo’ que involucra trama, producción y realización, donde se repiten las palabra "calidad’ y "presupuesto’, y en el que hay elementos que bastante tienen que ver con el gusto nacional: fútbol, relatos costumbristas (como los que alguna vez supo explotar Polka), pasiones, venganza y hasta una mala de novela.
En líneas generales, Avenida Brasil -que hilvana una veintena de barrios por los que transcurre la historia- parte de una niña llamada Rita (Mel Maia) que queda huérfana y su malvada madrastra, Carminha (Adriana Estévez) -con la complicidad de su amante Max (Marcelo Novaes)- la abandona en el mayor basural de Río de Janeiro. Allí es protegida por otro niño, Patata, su primer amor; a quien deja de ver cuando la adopta una familia de Argentina, donde pasa su adolescencia (de ahí la participación de los actores Jean Pierre Noher, Marina Glezer y Daniel Kuzniecka). Doce años después, rebautizada como Nina (Débora Falabella), vuelve a Brasil para vengarse de su madrastra, que durante ese tiempo logró enredar a Tifón (Murilo Benicio), un acomodado futbolista. Nina pisa la casa paterna como una chef argentina, dispuesta a concretar su plan. Pero… resulta que Caminha adoptó al hijo que tuvo con su amante y que luego abandonó, Jorgito (Cauã Reymond), quien desconoce su propia historia, que ya tiene su vida armada (prometida y todo), que se lleva de los pelos con su madre y que -oh casualidad- fue aquel amor de la niñez de Nina, que aún lo lleva en su corazón. Un cóctel sabroso que sigue encantando a quien se anime a probarlo.