La última edición de la Vendimia fue una fiesta simple cargada de emoción, historia y tradición. "Cantos de Vino y libertad" -como se tituló el espectáculo central-, intentó durante un poco más de una hora, dejar testimonio de 200 años de historia nacional en una mezcla de cuadros artísticos de danza, música y actuación, atravesados por detalles históricos y culturales que representa el Bicentenario.
Antes de esta imponente puesta, mientras las 30 mil almas que llegaron a colmar el anfiteatro Frank Romero Day y los cerros aledaños, se ubicaron en las galerías y en los improvisados asientos de piedras sobre el paisaje natural de los cerros, Cristian Soloa, el joven cantante mendocino -ganador del último Operación Triunfo y finalista del Festival de la Canción de Viña del Mar en Chile- le puso color y calor a la previa con sus canciones. Pero pasadas las 10 de la noche las luces del teatro griego se apagaron y dieron paso al inicio de la 74ta. edición- de la Fiesta Nacional de la Vendimia.
Un recurso novedoso utilizó éste año el guión y la dirección para avanzar con el espectáculo. Las historias de los hombres, esta vez, fue contada por caballos -protagonistas de toda la noche- narradas en poesía. Según la visión de los autores de la obra, "fueron los caballos los que cargaron a los hombres en interminables batallas y fueron ellos los que trajeron las cepas que se transformaron en viñas".
Así mismo, gran parte del argumento contó la historia del pueblo huarpe, para continuar en la línea del tiempo y llegar al Cuyo de 1810. En ese marco, fue relevante el espacio que se le dio al General San Martín y su espíritu libertador, haciendo hincapié en el inicio de la hazaña con el Cruce de Los Andes.
Esa gesta emancipadora con el pueblo como protagonista, se vivió reflejada en varios cuadros sobre los cerros aledaños con buen despliegue escenográfico. Los colores celeste y blanco predominaron durante toda la fiesta y lograron su máxima expresión casi al finalizar el espectáculo. Se destacó una puesta en escena prolija, coordinada y con buena musicalización -gran parte de ella con músicos en vivo- acompañada por el diseño de un decorado dinámico que combinó la tecnología propia de las cajas lumínicas con los avances de la electrónica.
Otro elemento importante de la propuesta fue la selección musical. En ella se equilibró el ritmo popular, universal y folclórico, con la presencia de músicos en vivo, música original y una sonoridad que rescató a los artistas locales.
El vestuario y la utilería, también fueron estrellas. En ésta última edición, se utilizó mucho material escenográfico e indumentaria cargada de colores. De esta manera, unos 750 artistas en escena -entre bailarines, actores y traspuntes- lucieron unos 1.200 trajes que sedujeron con su color a locales y visitantes ubicados entre las gradas y los cerros.
Los recursos tecnológicos de la iluminación y el sonido de última generación, se fueron equilibrando durante todo el espectáculo, y esta vez con un doble compromiso: por un lado, mantener la calidad de sonido en una producción musical en vivo y, por otro, darle relevancia a los escenarios repletos de artistas.
Luego de este número artístico que deslumbró a los presentes, la belleza femenina se apoderó de la velada. Es que, como todos los años, la máxima celebración mendocina puso el punto final de la mano de la elección y coronación de la nueva soberana. En esta ocasión, María Flor Destéfanis fue la acreedora de la corona que dejó Candela Carrasco. (ver nota aparte).

