Se fueron hace una década o más de la provincia, donde se conocieron, donde dieron sus primeros pasos y que acunó sus sueños. Y luego de andar largos caminos, de disfrutar éxitos y lagrimear añoranzas, se ganaron un lugar destacado en su profesión; que los hizo cruzarse en algunos escenarios. Victoria Balanza es bailarina de primera categoría en el Ballet contemporáneo de Teatro San Martín (Buenos Aires), que dirige Mauricio Wainrot. Guillermo González Sevilla es solista del Ballet Nacional del SODRE, Uruguay, dirigido por Julio Bocca, y que también integra Oscar Escudero. Y los tres se reencontraron, casualmente, en San Juan. Luego de más de un año sin venir, eligieron pasar aquí sus vacaciones para compartir tiempo con los suyos. Si bien Guillermo y Oscar son compañeros, reunirse nuevamente aquí y con Victoria, fue una alegría. Como buenos amigos, bromearon y reflexionaron a medida que contaban en qué andan sus vidas. La noticia más festejada fue quizás la que trajo Guille, sobre su casamiento este año con la bailarina uruguaya Lucía Piccini; parte de un combo que lo ancla en el vecino país, donde el nieto de Nebita Alladio encontró su lugar en el mundo. Es que allí confluyeron el amor, la Facultad (estudia Letras, una vieja materia pendiente) y su profesión. Hijos y un estudio de danza con su prometida son planes que empiezan a rondar por su cabeza. Sus colegas lo escuchan compartiendo su felicidad, mientras Victoria guarda la invitación a la boda. Ellos también tienen algunas ideas en mente, aunque ambos coinciden en que prefieren no planificar. Después de todo, no les ha ido nada mal así. A Oscar, por ejemplo, le gustaría seguir sumando experiencias, tal vez en Europa. "Voy aprovechando lo que va poniendo la vida, aunque no me queda mucho y sería empezar de cero…’, expresa el bailarín que dejó la provincia en 2004, y que reconoce dos variables que juegan a favor de su permanencia en Uruguay: un buen sueldo y la estabilidad. Para Victoria la situación es diferente. "En Argentina es más difícil’, remarca la bailarina, hablando de los obstáculos que significan, por ejemplo, las retenciones que afectan los salarios o el poco dinero que hay para invitar a maestros o coreógrafos extranjeros a la compañía, que este año actuaría en San Juan (el año pasado estuvo programada en la temporada de Mozarteum, pero no se concretó). Sin embargo, más allá de lo económico, el trío agradece poder hacer lo que ama y las oportunidades artísticas y humanas que esta carrera les ha deparado.
"Yo veía un video de Julio Bocca y decía guau, era un sueño. Y ahora es muy fuerte estar trabajando con él’, dispara Oscar. "Que sea tu compañero y compartir escenario con Tamara Rojo, Alessandra Ferri, primeras figuras…’, acota Victoria, que se fue a Buenos Aires en 2003. "Ahora es como un estado natural -ríe Oscar- pero eso lo ves cuando tomás distancia, no siempre se toma conciencia de lo que sos parte en el momento’. "Disfrutar el momento… ese debe ser un recordatorio a menudo, porque es una carrera muy corta y demandante. A mí me sirve, por ejemplo, cuando estoy mal por algo… digo bueno, pero estoy aquí, siendo parte de esto y soy feliz de ser parte’, sostiene Guille, el primero que partió en 2001.
"Fijate que mi único sueño era ser parte de una compañía, no me importaba cual; formar parte de un ballet después de tantos años de estudio… y bueno, se dio… para mí todo lo que vino después es increíble’, valora Victoria, que como sus amigos, se reconoce exitosa.
"Es que cuando aprendés qué es el éxito… ser exitoso no es ser famoso. Ser exitoso es lograr lo que te proponés o estar haciendo lo que querés’, dicen, armando el concepto, los tres talentosos bailarines que en su corazón también guardan el deseo de, algún día, poder brindar toda su experiencia en este San Juan que a la distancia los sigue viendo crecer.