"Desde chico que me gustaría ser como el príncipe Enzo Francescoli. Yo nací en noviembre de 1978 y ya a mis 7 u 8 añitos, lo empecé a disfrutar, viéndolo en su apogeo futbolístico, ganando todo y a todos. Después, a mediados de los "90, cuando ya era un adolescente, él volvió para demostrar que estaba intacto y para seguir ganando a lo grande.
Pero el tema es, que no sólo logró conquistarme con su principesca y elegante forma de jugar al fútbol, sino también, por su gran humildad y perfil bajo, por su profesionalismo y buena conducta, por su compañerismo y su educada forma de ser y de hablar: un "caballero’ con mayúsculas, un príncipe en verdad, siempre consecuente y firme en sus ideales. Cuando lo veía "al Enzo’, tanto en la cancha como en lo cotidiano de la vida, yo soñaba con ser así, como él, como mi ídolo…
Si fuera "el Enzo’ por un día, no dudaría en hacer lo que él me inspiró una noche de verano de 1985 y lo que tanta veces practiqué horas y horas, cuando era niño: plantarme con coraje y prestancia en el medio del área y, rodeado de feroces rivales, parar la pelota de pecho y elevarla hacia el cielo, como buscando parar el tiempo; hacer una "chilena’ monumental, para dar vuelta el resultado y ganar el partido 5 a 4 sobre la hora. Además, obvio, como aún me sobran horas de ese día mágico, después del encuentro, haría lo mismo que él, caminar a casa para encontrarme y disfrutar del amor de mi familia, seguramente haría algún acto de solidaridad con los más necesitados, tal como él lo hace, siempre desde el silencio y lejos de toda publicidad. Aún hoy a mis 35 años, él me sigue inspirando a seguir su buen ejemplo. ¡Qué grande Enzo!’

