La experiencia fue motivadora para el grupo, recibieron recomendaciones y un trato amable de los maestros.


Moverse a los costados. Saber dónde está la rodilla, la posición del pie en paralelo, abrir el pecho. Caminar por el espacio, alineación, proyección. El cuerpo no está muerto, está suelto, libre, presente y en movimiento. Fueron algunos de los conceptos vertidos por el bailarín y docente Mariano Luraschi que les inculcó a 50 personas que asistieron a la clase abierta que dio el Ballet Folklórico Nacional, ayer por la tarde, que tuvo lugar en el Teatro del Bicentenario. Técnicas de respiración, tener consciencia a la hora de caminar y tocar el suelo del escenario; trabajar todas las articulaciones del cuerpo, entre otras instrucciones, sirvieron como introducción para trabajar y practicar. ¿Pero por qué era importante? para Silvia Zerbini (ver Foto abajo), directora del Ballet originaria de Chilecito, La Rioja, en una clase no se aprende completamente la danza, está convencida que en una convivencia de pocos días, la primera medida es enseñar conceptos, sobre todo la filosofía de la danza. Entonces, la lección fue que los bailarines deben estar convencidos en cómo se paran, por qué se mueven y si lo hacen, si miran o dicen algo, que lo hagan de verdad. En pocas palabras, que el artista no sólo domine una técnica, sino que la sienta como propia, flexible y natural. Por ello, el trabajo consistió en dos etapas, una fue la de reconocerse a sí mismos y reconocer su espacio. Luego, reconocer al otro que tienen cerca y jugar con los roles. Haciendo giros y caminatas en círculos, los participantes empezaban a interactuar todas las partes del cuerpo y tener claro por qué deben estar alineados, saber cómo responde el cuerpo. Y fundamental, qué siente al oír la música. Por ello dijo Zerbini que 'la técnica tiene que estar, pero no se tiene que ver', en realidad lo que les quiso inculcar que la historia pasa por cuál es el sentido de dar un paso y que ese paso, les transmita placer. Así en la práctica, a los bailarines se los vio más involucrados con las consignas. En la segunda etapa, Zerbini tomó la posta y los puso a prueba. La idea es que a cada participante tenía que repensar y tratar de llevarse lo aprendido para ver de qué manera le puede servir en lo personal y cómo lo pueden aprovechar para aplicarlo en sus propios trayectos.

FOTOS MARIANO ARIAS

Silvia Zerbini