Además de la "Próspero Molina" que se muestra en TV, existe un mundo "off line" en enero en Cosquín, que rodea al mediático epicentro del Festival y que -podría decirse- es una suerte de paralelismo 3D, habitado de opciones a lo alto, a lo ancho y en profundidad. "Ese mundo tiene todo lo que a la gente le puede llegar a gustar. Hay folclore, artesanías, comidas típicas, espectáculos callejeros y hasta títeres para los chicos", testificará Claudia Pirán a DIARIO DE CUYO, describiendo -como lo hicieron otros artistas sanjuaninos que rumbearon a la sierra- la experiencia in situ de "eso que no se ve, pero que está y que cientos de personas disfrutan y van a buscar".

Es que como cada año, antes, durante y después del eclipse lunar y el intermitente cancionero de los popes, la meca del folklore no se duerme en sus laureles. Lejos de eso, propone diversas ofertas turísticas, con la misma tradición. En ese marco se incluyen las peñas "oportunas" (que dan un golpecito de suerte a los artistas anónimos), los ranchos y fogones criollos (y sus deliciosos cabritos de Aquilino) y hasta algunas postas cholulas (los bares de moda que eligen los famosos).

Durante 10 días, ese "más allá" se retroalimenta entre litros de fernet e innumerables choripanes. Y a fuerza de identidad, salpica de euforia a todo el Valle de Punilla y desborda su expectativas tanto como la capacidad hotelera, que se llena al igual que los campings y hasta registra gente que paga por poner su carpa en algún patio hogareño. Ese Cosquín 3D se proyecta con recitales improvisados a toda hora, artesanías por doquier y oferta de productos regionales (con predominio de ponchos y bombos legüeros). Tampoco es raro ver gauchos montados a caballo y familias de todo el país eligiendo su punto de almuerzo -con mapitas turísticos en mano, claro-. Versatilidad que, al son de espontáneas zambas y cuecas, se refresca con las cervezas de "La Europea" o respira el aroma de la cafetería "Real". Ambos, son los reductos más transitados de la city y de inevitable show aparte (después de un recital, la mayoría de los cantantes termina sentado en sus sillas y firmando autógrafos).

La antesala de Cosquín se extiende a exactamente 8 cuadras de la famosa Próspero Molina y con los espectáculos callejeros, fertilizantes artísticos que se recomiendan al turista a la par de la oriunda peperina para el mate. Los balnearios también son parte de la movida. A diario, por ejemplo, el Sud Nivelador (que bordea el río Cosquín) ofrece una reconocida atmósfera de tertulia y se suma al agrado popular.

"No sólo se ven cantores e intérpretes en las calles, sino otras culturas y expresiones que vienen de todas las provincias. Realmente es muy entretenido y apasionante", explicará Pelufo, el ex Minguez-Barboza.

Sin embargo, para recorrer la atestada angostura de sus tramos (al menos en esta edición 51ma), el precio es "saladito" y se compara con el rebozado de los cabritos a la llama.

"Notamos que los precios son extremadamente altos. Y en todos los rubros. Cuando buscábamos hoteles nos aclaraban que a partir del 4 de enero toda la plaza sube el doble. Se nota que Cosquín vive de lo que pasa en enero. Nos lo dicen los mismos comerciantes", masculló el bailarín Sebastián González, que integra el Ballet Camín junto a otra sanjuanina, Antí Recabarren.

"Como es una zona turística, los precios están más arriba que en San Juan, pero comprar en grupo resulta menos pesado. Entre amigos, ponemos 30 pesos cada uno y te comes un flor de asado. Es más, los conjuntos suelen hacer eso", agregó el ecónomo Abelino Cantos del conjunto La Nueva Vertiente que mañana tocará en la Peña "Algarroba.com".

"Para mí no es caro Cosquín. Por ejemplo...qué se yo...para 2 personas una pizza te sale 30 pesos. Y para tomar una cerveza 10 pesos o una gaseosa 7. No es caro", contrapuso Pirán, la asidua visitante que casi juega de local.

Con aciertos más y virtudes menos, el Cosquín 3 D existe (y prescinde de los anteojitos bicolor). Sólo hay que descubrirlo y corroborar que más allá de no jugar en las ligas mayores, está muy lejos de quedarse afuera de la gran fiesta.