El bufón, un arte medieval que nació del antiguo teatro greco-romano y que se vio reflejado en numerosos textos literarios (Víctor Hugo, Shakespeare) y en las pinturas del español Velázquez. Como género primitivo a la comedia del arte, el paso del tiempo y la industria del entretenimiento endulzó su figura asociándolo a la idea de un personaje tragicómico que solo está para divertir a los reyes y a los poderosos con sus pantomimas, representaciones histriónicas y sus acrobacias. Pero en el fondo, es tan ambiguo como cruel, así como lo es la historia de la humanidad. ‘En un cuerpo de bufón, el que se burla puede tomar la palabra y decir cosas inauditas, burlarse hasta de lo imburlable: de la guerra, del hambre, del mundo, de Dios’, así se expresó el actor francés Jacques Lecoq, quien investigó a fondo sobre este arte y que a partir de sus trabajos, el actor y músico Fabricio Montilla se inspiró para elaborar el primer laboratorio bufón en San Juan. Después de dos meses de trabajo intensivo con 15 actores locales, Montilla llevó a sus alumnos al límite de sus fuerzas. ‘Básicamente, trabajamos en la experimentación e improvisación donde la transformación o deformación del cuerpo y después la palabra, lo es todo’, dice el artista.
Jorobas, cuerpos deformados, mutilación, enanismo, es lo que predomina en esta forma de expresión artística y que habilita otro discurso: la crítica ácida y desinhibida. ‘El bufón básicamente opina. No está sometido al rey, por lo tanto su discurso es provocador, fuerte, tanto desde la política, la ciencia y la religión. Esos son los territorios temáticos comunes que tiene. Ataca al poder con odio. A diferencia del clown que hace sus elaboraciones desde el amor’, explica Montilla.
En su última clase del laboratorio, los alumnos se prestan para ensayar su última performance, aunque saben que para producir un espectáculo genuino de bufón, necesitan más que una producción, sino espacio para poder decir lo que no se puede decir. Todo claro, en complicidad con el espectador. Con goma espuma, elásticos, ropa vieja y gastada, algo de maquillaje y los personajes -que llevan nombres obscenos- cobran vida. ‘Con nuestro cuerpo deformado, se habilitan guarangadas, sexualidad desenfrenada, violencia. Le lleva al actor mucho desgaste físico y mental que los interpela y desafía al extremo’, cuenta el docente. Antes de ensayar deben prepararse con una sesión de una hora de yoga. Pero lo interesante para los actores es que adquieren nuevas habilidades en sus posibilidades de decir y expresar desde lo corporal. Como en Rey Lear, en su papel de bufón, Fabricio descubrió esta veta actoral y atendió el pedido de muchos colegas para realizar este laboratorio. ‘En algún momento sería genial poder realizar un espectáculo, pero los bufones son caóticos, no se guardan nada, no se los pueden controlar. Con él hay risa, orgasmo y muerte. Pero un actor bufón debe estar muy bien formado intelectualmente’, afirma y agrega ‘hay que tener acumulado mucha bronca frente al Poder. Si uno es indiferente ante su realidad social y política, entonces difícilmente puede convertirse en uno. Y también es importante, el público que lo vea, debe ser desprejuiciado. El bufón le exige sacarse la idea de un teatro bonito y correctamente político. Hasta los puede espantar’. Concluye el artista, ‘en suma, con esta experiencia logramos conocer paradigmas que son necesarios en San Juan para la formación actoral’.