Carlos Tapia es un músico itinerante. A sus 26 años de edad fue dejando sus estudios de la carrera de Arquitectura para abrazarse plenamente con su pasión, la guitarra criolla. Hace trece años está subido al colectivo de la música. Creció mucho integrando la banda de rock alternativo, Estado Vegetativo. Con el tiempo fue inclinándose más hacia el folclore latinoamericano y arrimándose al costado más trotamundo de la música callejera. Hasta que con sus amigos, Nicolás Rodríguez y Gabriel Germanó, formaron Los Changarines. Como en otros tiempos, donde los tonaderos repartían serenatas por las calles de San Juan, esta vez, la serenata forma parte de un viaje en colectivo.
‘Quise descubrir más el lado itinerante que tiene la música. Nos encontramos con muchos públicos de manera inesperada y mostramos lo que hacemos. Recopilo mucho en nuestro viajes, traemos sonidos de otras tierras y los mezclamos con lo que tenemos en Cuyo. El resultado es sorprendente’, señala el artista callejero.
Carlos es autodidacta, se mantuvo un año en la Escuela de Música, pero afirma que sus compañeros de viaje resultaron ser sus ‘mejores profesores que la vida le ha heredado, ‘todos me han dejado alguna enseñanza’.
Mientras que en Estado Vegetativo combina el rock alternativo, el reggae y la música latina, con un mensaje más combativo en las letras de sus canciones de tono más existencialista, con Los Changarines la historia es totalmente distinta. Incluso, se deja influir por la energía que el propio oyente-pasajero le transmite para él saber que repertorio elegir en cada ocasión.
‘Estoy encontrando nuevos espacios en la ciudad, es atípico y fuera de lo común que en San Juan se dé algo así y es un camino que se abrirá para otros artistas como yo seguramente’, opina. ‘Cada vez que salgo a trabajar y subo a un colectivo se pone en marcha la tómbola de la vida. Recibís un aplauso, un saludo, le alegro el día a una persona o a su vez, tiene algo que decirte. La gente te responde de manera diferente, me habla de lo que le pasó en la vida, de las canciones que le gustaría escuchar. Es un contacto muy fluido, frente a frente y eso nos motiva para seguir saliendo’, agrega.
La rutina consiste en salir los tres juntos a tocar, o cada uno en líneas diferentes. Toman como punto fijo, el microcentro y de allí toman varios colectivos al azar. Siempre y cuando la amabilidad del chofer lo permita. Sobre todo en las mañanas, para alentar a muchos en el inicio de sus actividades cotidianas. También pueden pararse en una esquina de semáforos, parar en restaurantes, comedores, pizzerías y parrillas, pero siempre pasando la gorra, consiguiendo unos pesos y así ganarse la vida.
Pero, al final, el colectivo, es un espacio donde resulta interesante y tentador a la vez para el cantor que reparte serenatas con destinos errantes. ‘La gente tiene muchos destinos adonde llegar, entonces les resulta inesperado que se encuentren con un cantor, con sus lágrimas, explotan de emoción, se desahogan, es una manera de sentir esa caricia que a los sanjuaninos les hace falta’.
Tapia tiene a varios cantores latinoamericanos como referentes a saber: Chabuca Granda, Cuchi Leguizamón, Jaime Ross, Chango Farias Gómez, Eduardo Mateo, pero tiene también a su ídolo indiscutible: Daniel Giovenco.
Si bien la falta de espacios o escenarios para que los músicos sanjuaninos puedan tocar es una constante, hay algunas voces locales que buscan alternativas, tales como Fabricio Montilla o Mariú, que hacen "delivery’ de canciones, que de alguna forma, logran alejarse del costado comercial de la música.
Pero pelar una guitarra y cantar entre los asientos de un 10 en movimiento, no tiene precio. Cuecas, tonadas, rancheras o candombe, cualquier estilo sirve como boleto. Las canciones de Tapia y Los Changarines llegaron hasta Caucete y buscan ir más lejos. ‘Mis canciones tratan de expresar cuestiones de mi vida, del amor, de la cosecha, de la mujer y su lucha. Trato de absorber esos sonidos que se viven en las calles y compongo según lo que la realidad se manifiesta todos los días’.
