FOTOS MARCOS URISA

El Teatro del Bicentenario recibió anoche al público en su sala principal por primera vez desde que comenzó la pandemia. La ansiedad por la novedad se percibía en el aire tanto en la gente que llegó puntual y esperó su turno para ingresar, como en los empleados del coloso sanjuanino que debían hacer cumplir los protocolos vigentes a las cerca de 700 personas (el 63 por ciento de su capacidad) que ayer concurrieron a la primera de las tres funciones previstas de la ópera Madama Butterfly. Aunque hubo algunos rebeldes que se quitaban el barbijo cada tanto, la mayoría se amoldó y disfrutó de un espectáculo muy bien logrado. La puesta de una de las piezas más famosas de Giacomo Puccini cautivó a los espectadores, que aplaudieron enérgicamente tras el primer acto -al cierre de esta edición, continuaba la función que tenía previsto terminar pasada la medianoche- que desde el primer minuto mostró el acertado soporte de las proyecciones. Como si fuera una película, tuvo una presentación con los nombres de los protagonistas que sirvió, ya que cómo el programa de la función sólo estaba disponible para descargar en el celular por QR, quien no había tenido tiempo de hacerlo, tuvo la información a la vista. Ya en la acción, con el escenario local convertido en una casa japonesa de dos pisos, Dario Schmunck como el engañoso Benjamin Franklin Pinkerton junto a Omar Carrión en el rol del cónsul Sharpless comenzaron a desandar de manera fluida la historia de amor, desencuentro y tragedia de Cio Cio San interpretada de manera impecable por la soprano Daniela Tabernig.

Soprano. La santafecina Daniela Tabernig brilla como Cio Cio San. 


La propuesta sanjuanina tiene como director de escena a Pablo Maritano y está basada en la puesta que se hizo en Montevideo en 2018 en el Sodre, pero en agosto del año pasado comenzó el trabajo de adaptarla a los tiempos de pandemia, y por eso la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de San Juan tocó en formato reducido-con los vientos detrás de una mampara de acrílico- y el Coro Universitario-que dirige Jorge Romero- también actuó con sólo la mitad de sus integrantes y no apareció en escena sino que estuvo entre bambalinas. Sin embargo, nada de eso opacó el resultado, que bajo la batuta del maestro Emmanuel Siffert, fue armonioso, sutil o potente cuando hizo falta. También hubo menos figurantes y aunque no pareció haber demasiadas restricciones en el movimiento escénico de los solistas.


Después de 18 meses la maquinaria volvió a funcionar y el público a disfrutar de la gran sala y lo que el Teatro del Bicentenario es capaz de producir. Valió la pena la espera. 

Puntual. Conociendo el funcionamiento del TB y además previendo las filas para el ingreso, el público asistió temprano. 


 

Burbujas. La sala estuvo llena, con el aforo al 63 por ciento. Los asistentes de sala tuvieron que reiterar el correcto uso del barbijo.