Cuando el 21 de julio de 1970, que coincidentemente fue día martes, se dejó inaugurado el gran complejo llamado Auditorio de San Juan, Auditorium o Auditorio de Parque de Mayo -durante el gobierno de José A. López, bajo la presidencia de Roberto Levingston- llegaba a su fin (o al menos al fin de una etapa) el largo derrotero de más de una década que implicó la construcción de este coloso sobriamente imponente, llamado a guiar los destinos de la provincia en materia cultural. 


Ya es historia conocida las de cal y arena que tuvo que pasar el Ing. Victoria, su mentor, para llegar a concretar ese ambicioso proyecto que pergeñaba como un polo de desarrollo para la región, con alcance internacional. Y es que si bien desde un comienzo contó con el invaluable apoyo del entonces presidente Frondizi, amigo personal y quien le dio vía libre confiando en la lucidez y el criterio del pujante sanjuanino -entre otros funcionarios como el ministro del interior, el mendocino Alfredo Vítola-; en San Juan la resistencia no era poca cosa. Con las grietas del terremoto de 1944 aún humeantes, pocos fuera de algunos del ambiente musical o de los "viajados' comprendían esta idea "absurda' y "caprichosa' de erigir este "elefante blanco', como le llamaban despectivamente, cuando consideraban que aún hacían falta viviendas, caminos y edificios, barridos por la catástrofe. Pero el visionario Victoria veía más allá de lo urgente; y por eso este hombre de mundo y cultura exquisita, melómano hasta la médula, supo aprovechar su presidencia en el Consejo de Reconstrucción creado por la Nación con el fin de levantar a la provincia, para -una vez que sus bases estuvieron de pie- incluir otras obras importantes para la comunidad, que no estaban contempladas en aquel plan, puesto que lógicamente no se trataba de la reconstrucción de algo destruido en el "44. Allí se inscribió el "Complejo cultural universitario', que abarcaba el Museo de Bellas Artes y Escuela de Artes Plásticas, el Teatro Vocacional (que no se alcanzaron a licitar al caer el gobierno de Frondizi, supo decir), y la Escuela Superior de Música y Auditorio que, como aseguró en el "77, se fundaría sobre la gran siembra realizada por el Instituto Superior de Artes (ISA, creado a fines de los "50 y por donde pasaron ilustres maestros) y otras instituciones culturales como la Agrupación Coral o Amigos de la Música (que llegó a presidir). Cruzada a la que le puso todo su empeño, convencido de su objetivo. 


"Crear un centro de altos estudios musicales a nivel de posgraduados, a fin de que los jóvenes músicos argentinos dotados de excepcionales aptitudes artísticas dispusieran de un ambiente propicio, con jerarquía académica adecuada para el desarrollo de sus potencialidades como ejecutantes, compositores y musicólogos', expresó imaginando al complejo como un imán receptor y emisor de talentos, con posibles vinculaciones a organismos como la UNESCO y la ONU. 


Modificado desde el Concar el plan de reconstrucción en 1959, Frondizi aprobó la incorporación del edificio y su equipamiento; y aprobada por unanimidad, la ley 14.952 fue sancionada el 11 de noviembre del "59 y promulgada un mes después. La obra atravesó varias presidencias sin palos en las ruedas. A comienzos de los "60, durante la de José María Guido, empezaron las consultas con el Mº Perceval por el órgano; y se llamó a licitación. Con Illia en el sillón de Rivadavia, se inició la construcción y por esa época Victoria ya dejaba el Consejo, que mutaría a Consejo Nacional de Construcción Antisísmica y Reconstrucción de San Juan (Concar, antecedente del Inpres). El ingeniero Federico Malvarez, especialista de la UBA, tuvo la dirección acústica, mientras que el proyecto arquitectónico lo encabezó la arquitecta Carmen Renard. En 1967 -ya presidencia de Onganía- se compró el órgano más moderno, hecho especialmente por una firma alemana y cuya instalación demandó cuatro meses. En 1970, con Victoria ya ministro de Economía -aunque nunca le perdió pisada a su sueño y de hecho varios informes corrían por su cuenta- finalizó la obra gruesa; pero la sala sin terminar ya había empezado a ser usada unos meses antes por artistas locales y nacionales.


"Con un concierto será inaugurado esta noche el Salón Auditorio', anunció el 21 de julio DIARIO DE CUYO, donde se leía que la obra -financiada por Nación y que se transfería sin costo a la provincia- "había demandado unos 500 millones de pesos y faltaban otros 100 millones para completar muebles, algunos instrumentos y terminar de vestir la sala'. También informaba que el Fondo Nacional de las Artes -que había traído la "Muestra de obras famosas' para vestir los foyers y que el público de la gala musical pudo disfrutar de antemano- había costeado el recital dirigido por el Mº Jorge Fontenla. A esa ceremonia , todo un acontecimiento -en el que hubo un pequeño problema "orgánico, instrumental, interpretativo', según las crónicas de entonces- asistieron autoridades provinciales y nacionales, entre otros invitados. Y sí, dio tela para cortar, pero su repercusión quedó un poco a la sombras de las noticias sobre el secuestro y asesinato de Aramburu, que tapizaban las primeras planas de todos los diarios, también los locales. 


Poco a poco, y sobre todo desde la creación de la Sinfónica, el Auditorio fue asentándose, conquistando corazones celosos a fuerza de piropos y haciendo florecer la cultura regional. Bastante más debió esperar para su bautismo. Casi 17 años después, poco menos de un año desde la muerte de su "padre', en mayo del 1987 se lo bautizó Auditorio Ingeniero Juan Victoria. Y ahí sí que prácticamente todo San Juan estuvo de acuerdo. Se había hecho justicia.