"Hay conciertos de música popular, tal vez con miles de personas, pero nunca volverá a ocurrir un fenómeno similar al de Woodstock que congregó a millones", dice David Bingham, una de las más del medio millón de personas que se congregaron en aquel festival para escuchar a figuras como Jimi Hendrix, Joan Báez, Santana o The Who. Sin dudas, ese fin de semana de agosto de 1969 marcó un hito "irrepetible" en la historia, pero que también provocó un efecto remanente en distintos aspectos, fundamentalmente, en los sociales y artísticos.

Así lo aseguran algunos testimonios locales -de diferentes ramas- a los que DIARIO DE CUYO consultó en el aniversario de este legendario recital, esos tres días de "paz, música y amor".

La organización de grandes festivales, la profesionalización de la música, el cotidiano desenfado de la pantalla chica, el hecho de que las relaciones prematrimoniales no sean vistas como prohibidas y hasta la aceptación de las madres solteras, son algunos de los tantos legados que, como ellos describen, dejó el macroconcierto que permanece en el imaginario colectivo como el lugar en el que el inconformismo y la rebeldía de una generación azotada por la guerra de Vietnam.

"Desde el punto de vista tecnológico, Woodstock fue el disparador para aprender a armar un escenario, monitorear el sonido y manejar un gran público ya que antes no hubo un acontecimiento con estas dimensiones", explica Juan Carlos Rubio, ex integrante del grupo La Gente, y agregó que "con esto, la música comenzó a profesionalizarse. Por ejemplo, después de ese fenómeno no hubo más escenarios sin techo porque el de Woodstock se llovió todo".

En esa línea, Tito Oliva mantiene que "Esa gran convocatoria estimuló en los artistas el deseo de hacer recitales al aire libre, el querer mostrar música nueva y explotar la creatividad por sobre todas las cosas".

Dentro de las ramas del arte, "desde el punto de vista plástico o estético éste hecho influyó notablemente porque fue la consumación máxima del hippismo. En este contexto, la fuerza más importante que generó este movimiento fuerte es que le inyecta al surrealismo, especialmente el de Salvador Dalí, una dosis extraordinaria. El mismo Dalí incorpora elementos en sus obras como, por ejemplo, las túnicas, el pelo largo y los bigotes estrafalarios", analiza Hugo Vincio, artista plástico.

El concierto que unió en 72 horas a Joe Cocker, Janis Joplin o Bob Dylan, entre otros, donde además no faltó el sexo, el rock and roll ni las drogas, fue la "manifestación pública de la rebeldía", tal como lo define Antonio De Tomasso desde un análisis netamente social.

"Este acontecimiento benefició a las generaciones posteriores ya que la sociedad acepta muchos hechos que años atrás eran mal vistos. Que la mujer se ponga un pantalón, que las relaciones prematrimoniales no se perciban como pecado y que las madres solteras se acepten en la sociedad, es consecuencia de este hito".

"Esto de que Charly García cante el himno al ritmo del rock, sin dudas tiene que ver con todo esto, como también que se muestren los escotes abiertamente y no se censuren las malas palabras en la tele", agregó Pepe De la Colina, locutor, productor y ahora director de cine.

En las cuatro décadas transcurridas desde Woodstock, el espíritu de este festival sin antecedentes aún persiste a través de, no sólo un legado musical, sino también cultural, social y conceptual. A tal punto fue su impacto que después de ese 15, 16 y 17 de agosto de 1969 hubo algunos intentos de repetir este fenómeno (como en 1979, 1989, 1994 y 1999), pero ninguno alcanzó la trascendencia del Woodstock por antonomasia.