Voces autorizadas. Daniel Izasa (a la izq.) y Pablo Martín Pulido (a la der.), dos de las piezas de Tejedores del desierto. 


¿Quién no tiene recuerdos de madres, abuelas y tías tejiendo prendas o adornos para el hogar? Destejiendo los estereotipos de género, un grupo de hombres se encarga de mostrar sus habilidades para el tejido en diferentes técnicas, participando en ferias y encuentros; y tomando cursos y talleres para capacitarse. Dentro de esta tendencia, se encuentran como voces autorizadas Pablo Martín Pulido y Daniel Izasa, el primero ya con antigüedad en este oficio; y el segundo, dando sus primeros pasos en el telar. 


Mientras que en Buenos Aires está activa la Asociación de Hombres Tejedores, tal vez haciéndose eco de lo que sucede en diferentes países como Chile y España; en la provincia, ellos prefirieron no nuclearse con personería jurídica. Así es que Pablo y Daniel son parte de Tejedores del Desierto, un incipiente grupo de amigos de Facebook y Whatsapp, a través del cual coordinan exposiciones y comparten conocimientos sobre diseños o puntos. Roberto Pereira, profesor de Lengua y Literatura; Eduardo Sánchez, artesano; y Mario Tejada, estudiante de filosofía, entre otros, son otros de los nombres que descubrieron esta misma pasión.


Con sus agujas, enlazan historias y saberes, mientras dan forma a proyectos como la intervención de las rejas de la Alianza Francesa San Juan, a propuesta de Izasa, su director, tejiéndolas con lanas y todo tipo de material textil en el marco de la muestra 100 Veces Violeta que también tuvo sede en el Auditorio Juan Victoria. Y además de eso, se ocupan de organizar ferias y movidas como Mil Agujas por la Identidad el 7 de diciembre pasado; o su presencia en la Marché de Noël, los pasados 13 y 14 de este mes.


Para Pablo Martín, que produce y vende accesorios de abrigo, hilos y teñidos, a dar charlas y dictar clases a domicilio y en instituciones; la idea es terminar con la "presión social que había en otros tiempos". Él comenzó hace unos 8 años con las fibras y la lana, pero antes de eso fue su madre quien le enseñó a tejer a dos agujas cuando niño. Ya ejerciendo su actividad como sociólogo, incursionó en el crochet y en el telar hasta adentrarse en el trabajo del material textil. "Hasta donde intuyo, la práctica textil ha estado siempre en la familia. Hace un par de años, llegó hasta mis manos un huso que había sido de una bisabuela mía, una mujer de campo que seguramente recibió estos saberes de sus ancestros, y con eso trabajo. Encontré un refugio en momentos de crisis personal", relató el profesional de 43 años, que hace 15 años llegó desde España para radicarse en San Juan, aceptando que la costumbre de relacionar el tejido a un oficio de mujeres "es un mito que está, claramente" aunque subrayó que nunca sintió "discriminación".


Al igual que él, Daniel, director de la Alianza y licenciado en Comercio Internacional, opinó que en su casa "siempre fueron muy abiertos" respecto a la tarea. "Decimos hombres tejedores pero hay mujeres que nos conectaron desde antes y sus saberes se entrelazan y vuelven a tomar vida a través de nosotros", expresó agregando que su vínculo con el tejido es "más o menos como el de todos", desde la infancia "pero yo quería pertenecer al grupo de los chicos del barrio y la escuela, y en esa época dejé de hacer todo eso", como recordó.


"Individualmente, tenemos naturalizado que es una actividad mixta y que no tenemos que escondernos". "No tenemos pudor, sentimos tanto el apoyo de la señora que nos ve, como el de los jóvenes que quieren hacerlo y al verlo toman el empuje que necesitan para tomar las agujas". Con estas palabras, ambos sintetizaron las opiniones de sus colegas manifestando que el grupo está abierto a los tejedores que deseen integrarse, atando nudos, tejiendo sueños mezclados con hilados, texturas y colores, complementando culturas y técnicas, rompiendo arquetipos.

En distintos momentos. Los distintos tejedores del grupo en plena actividad, tejiendo e interviniendo el espacio de la Alianza Francesa.