Fidel Roig Matóns llegó en 1908 a Mendoza, proveniente de España. Trajo consigo su amor por el arte -la música y la pintura-, un estilo propio y hambre de descubrimientos. Allí se topó con las montañas, su poder, sus secretos, su magia, su gente y su historia. Y cayó rendido a sus pies. Buena parte de su producción reflejó ese encuentro del que se desprendieron tres ciclos temáticos. Pintó el terruño que lo cobijó y sus habitantes. También fue por las razas nativas y el universo huarpe. Pero si hay un eje temático que lo destacó fue el de la gesta sanmartiniana, donde confluyen su pasión por la naturaleza, por la pintura y por la historia; y donde el artista alcanza su clímax creativo. Obra que desde mañana estará a disposición de los sanjuaninos, cuando la retrospectiva titulada "Homenaje a Roig Matóns" se inaugure en el Centro Cultural Amadeo Conte Grand (ver aparte). Con el auspicio de la Fundación Banco San Juan, será la primera vez que la provincia tiene las obras completas pertenecientes a la Pinacoteca Sanmartiniana, y también la colección de carbonillas de la Laguna de Guanacache.

Colosal y única en Argentina -como la describen los expertos- hacia finales de 1920 Roig Matóns se abocó a la tres principales rutas del Ejército Libertador para el Cruce de los Andes: el Paso de Uspallata, el Paso del Portillo y el Paso de los Patos. Majestuosa, sin embargo la serie no quedó completa. Gradualmente desde 1952, el pintor fue quedando ciego debido a la excesiva exposición a la radiación ultravioleta de esa cordillera que amó y respiró, y en la que alzó sus paletas.

"Artista-explorador, Roig Matóns observó el macizo cordillerano y lo pintó con la sensibilidad que solo un ojo desnudo puede tener. Esta muestra recupera para nuestros ojos contemporáneos un mundo acaso latente en los pliegues de luz y de montañas de nuestro territorio’, comentó Virginia Agote, directora del complejo.