Hoy se celebran 75 años de la creación del Museo Provincial de Bellas Artes, que desde 1938 (y por iniciativa de Alfredo Martín Palma, miembro de la antigua Comisión Provincial de Bellas Artes) lleva el nombre del primer artista plástico sanjuanino que trascendió las fronteras de la provincia; y de quien en marzo pasado se cumplieron 140 años de su fallecimiento, en Buenos Aires, apenas con 51 años: Benjamín Franklin Rawson. Precursor, como no dudan en catalogarlo quienes han ahondado en su vida y obra, no sólo puso a San Juan en el mapa artístico nacional, sino que fue uno de los propulsores de la plástica del siglo XIX, junto a nombres resonantes como Prilidiano Pueyrredón, Fernando García del Molino y Carlos Morel.

Hijo mayor del médico estadounidense Amán Rawson y Justina Rojo y Frías; y hermano del médico y político Guillermo Rawson, protagonizó el movimiento plástico local promovido por la Sociedad Dramático Filarmónica creada por Domingo Faustino Sarmiento, quien se convertiría en su gran amigo e impulsaría su carrera en Buenos Aires; con quien compartió exilio en Chile y a quien incluyó en sus obras de hondo compromiso socio-político, que las tuvo, y varias (como Salvamento en la cordillera, El paso de Los Andes y Asesinato de Manuel Vicente Maza, por citar algunas), si bien no son las que atesora el museo local, que posee cinco retratos y una obra religiosa. Fue justamente su aguda capacidad de observación, su maestría para plasmar detalles y su prolífica producción lo que le dio, justamente, su bien ganada fama de retratista. Faceta bien rentada en la época (estaba focalizada especialmente a sectores acomodados), que perfeccionó cuando a los 18 su padre lo envió a Buenos Aires para estudiar con Del Molino; y con a que no sólo reflejaba características personales, sino también de época, a través del vestuario, el mobiliario, los usos y costumbres.

Culminado su perfeccionamiento en la gran urbe, regresó a la provincia, pero sobre 1842, la turbulencia política y su amistad con Sarmiento determinaron su viaje al país trasandino. Tal como citó el ex Presidente en Recuerdos de Provincia, habitó la morada de Domingo Faustino y compartió con su hermana Procesa las lecciones brindadas por el francés Augusto Monvoisin, fuerte influencia.

Casado con Paz Mendieta (con quien tuvo un único hijo que falleció en la infancia), tras la vuelta a sus pagos y una fugaz participación en la política, volvió a Buenos Aires, donde en 1856 organizó una muestra y siguió trabando lazos con sus contemporáneos, nacionales y foráneos que recalaban en Argentina. Algunos historiadores dicen que por entonces, con el surgimiento del daguerrotipo (que hizo mella en los retratistas) comenzó a perder presencia, aunque no todos coinciden con esta apreciación.

Dedicado por completo al arte, 15 días antes de cumplir los 52 años (el 14 de marzo de 1871), se convirtió en una de las casi 14 mil víctimas de la fiebre amarilla que asoló Buenos Aires; dejando un legado de más de 300 obras, repartidas entre colecciones públicas y privadas, en el país y también en el extranjero.