Llegan a tiempo, se quitan los zapatos y con ropa cómoda se preparan para una nueva experiencia. El trabajo corporal es muy importante y por eso el calentamiento de la clase incluye hacer rondas, saltar, agacharse, caminar a distintos ritmos y hasta tararear todos a la vez cosas distintas. Lo que por momentos es un verdadero caos es en realidad la sucesión de pasos que llevarán a este grupo a encontrar su clown interior. "Mi meta es construir ese yo negado; esa ingenuidad borrada por la sociedad que pretende seres automáticos", define Marcelo Villanueva Meyer, actor y director de teatro, que por tercer año conduce el taller de Clown de El Portón teatro; y considera que cuando se dice "dejá de hacer payasadas o qué payaso, hay un menosprecio hacia una persona que está tratando de ser libre y espontáneo".

Sin embargo, aunque clown signifique en inglés payaso, no es lo mismo que aquel personaje de circo. ‘El payaso tradicional se quedó en el arquetipo, en los juegos de caídas, el clown indaga en uno mismo y cada performance es única e irrepetible porque depende de su mundo creativo y poético’.

El director, asegura que San Juan es un lugar donde desde hace tiempo la técnica de clown llegó para quedarse. Algunos como complemento a su formación en artes escénicas, pero la gran mayoría como una forma de expresión diferente y hasta un remedio a la timidez.

"Si se portan bien, traemos la nariz", dice Villanueva al heterogéneo grupo de hombres y mujeres de distintas edades, en referencia a la popular nariz roja. Ésta es la "máscara más chiquita" que funciona "como disparador y es la excusa para la transformación" pero que no se usa en las primeras clases para no "quedarse con el estereotipo del payaso de circo" y dar rienda suelta a la búsqueda de cada uno sobre cómo quieren expresarse.

"¿Todos podemos ser clowns?", es la pregunta que para Villanueva tiene un sí rotundo. "Es más, incluso debería ser materia obligatoria en la escuela, para encontrar y rescatar el aspecto lúdico, todos están en condiciones",con los pies descalzos y riéndose a la par de sus alumnos que, sin miedo al ridículo, ensayan gestos para su propio clown, que ya asoma.