El sábado pasado (con bis ayer), Enrique Pinti regresó a San Juan con la obra Serenata Argentina, que subió a las tablas del teatro Sarmiento. Desde allí, el actor y escritor imprimió en el espectador su bastión escénico: el saber histórico. Bajo esa rúbrica, el público que casi había colmado la sala le devolvió sonoras risas (cargadas de reflexiva meditación) y aplaudió con vigor las verdades sociales que Pinti proyecta desde su verborrágico histrionismo, admirable diafragma y culta obscenidad. .

El eje del show -que duró aproximadamente una hora y media- fue una comprimida revisión histórica de los últimos 200 años en Argentina, en medio de la cual analizó los estigmas nacionales como la pobreza y la corrupción argentinas (desde 1810, hasta la presidencia K). Con una solitaria producción (apenas micrófono, atril y 2 parlantes) y un dejo "light" en su tempestiva presencia escénica, la obra estuvo sostenida sin demasiada pomposidad. Quizás, esta versión "desenchufada" de Pinti -que a la salida saludó a quienes lo esperaban-, sea parte de un cuidado personal de salud (tuvo descompensaciones en 2008) y le hayan sugerido más relax sobre las tablas.

En síntesis, Serenata Argentina,resultó un licuado de palabrotas, anécdotas personales, corrosiva sensibilidad política y honesto discurso.