Juntos a todas partes, afectuosos, familieros, sonrientes… los Bartolomé Ciallella se hicieron querer en el ambiente artístico de San Juan, y fuera de ese círculo también. Y todo ese cariño se fusionó en un abrazo fraterno y contenedor, desde el mismo momento en que trascendió la increíble y peor de las noticias: el trágico accidente de Nicolás (el tercero de sus hijos, de apenas 8 años) el domingo pasado por la tarde.
La conmoción fue creciendo con el boca en boca y no tardó en desbordarse, apenas unas horas después, en las redes sociales, donde los que conocen y quieren a Pierina Ciallella y a Marcelo Bartolomé (el reconocido Dúo Mixtura) y a sus cuatro hijos comenzaron a dejar sus condolencias.
En un momento donde no hay palabras, donde ni se puede imaginar el trance que atraviesan, cada uno acompañó como pudo, como creyó que era mejor. Así fueron multiplicándose los mensajes de amor, de fe, de compasión, de empatía, de profundo respeto, de acompañamiento. Y ayer todo eso se materializó en palabras y abrazos a los papás y hermanitos, en la cochería de calle Salta donde Nico fue velado hasta la tarde.
Por momentos, y como suele pasar, las lágrimas se entremezclaban con bellos recuerdos, aún frescos. Los que lo conocieron contaban que era un chiquito encantador, inteligente, dulce, demostrativo. En su Facebook, de hecho, no era raro encontrar un "Te amo ma" o fotos con sus hermanos Luli, Julián y Santi. Decían también que a Nico, que concurría a la escuela Ciudad del Sol (que ayer suspendió las clases) le gustaba la música y que tenía talento.
"Hacía poco le habían regalado una guitarra y tenía ese don de la música que corría por sus venas. Cuando lo halagábamos de lo bien que cantaba, él decía con simplicidad y firmeza ‘Es que somos una familia de artistas’", comentó compungida Chabella Dibella, alumna de canto de Pierina, una de las tantas personas que se manifestó a través de las redes sociales.
Desgarrados, pero más unidos que nunca, ayer los Bartolomé Ciallella (que se preparaban para el cumpleaños de su hija mayor, el fin de semana próximo) recibieron en la casa de duelo a cada uno que se acercó a saludarlos. Entre lágrimas incontenibles, se entregaron a los abrazos, apretaron las manos y aceptaron con profundo agradecimiento las expresiones de todos y de cada uno. También las oraciones, por el pequeño y por ellos, que surgían espontáneamente. Justamente fue eso lo que destacó Pierina, con sus hermosos ojos más transparentes que nunca: la solidaridad, las muestras de cariño incluso de gente que no conocía, y que (dijo) llenaban un poquito el alma.
El domingo pasado, los Bartolomé y otras familias habían ido, como tantas veces, a pasar el día a una finca de Pocito. Los niños (Nico, su hermanito y un primo) jugaban con una soga que colgaba del techo, balancéandose, cuando, alrededor de las 19 hs, inexplicablemente se desató la fatalidad y Nico quedó atorado. Los niños avisaron y los adultos lo socorrieron e inmediatamente salieron en un auto. Apenas alcanzaron la ruta, llegó la ambulancia, rápido, y lo atendieron allí mismo, pero el tremendo desenlace fue prácticamente inmediato, ya nada podía hacerse.
Casualidades, causalidades, señales, ilusión o como quieran llamarle; sobre las dos de la tarde del lunes, mientras la pena calaba hondo, se levantó una suave brisa cálida que susurró entre las hojas. Y bajo los rayos del sol, sobre la vereda de la cochería apareció una mariposa, de esas grandes y coloridas. Revoloteó un poco y después atravesó la calle Salta por sobre el tráfico y se elevó entre el follaje de los árboles y el cielo celeste. Nadie dijo una palabra, pero algunos la siguieron con la mirada hasta que se perdió y amagaron una sonrisa.

