He conocido a muchas personas que se han enamorado de cosas materiales. Conocí al pequeño productor que con mucho esfuerzo lograba tener su primer tractor, conozco a un pasero que ha instalado sus equipos nuevos para elaborar la uva, hay muchos que tienen el auto nuevo y le prestan mayor atención que a algún miembro de su familia. Me quiero imaginar el enamoramiento de un gobernante que es capaz de hacer cosas por su provincia. Es el entusiasmo de haber logrado algo que uno quiere y percibe fidelidad en todo momento.
Hace muchos años, compartía mi trabajo entre una bodega en Caucete y la radio que comenzaba a conocer. En la bodega, por esto de lo moderno del eficientismo, también por los altos volúmenes de vino que se manejaban en la elaboración y finalizando en los tratamientos de los caldos que aguardaban los tiempos para ser consumidos, se volvía imposible conquistar el afecto de tamañas maquinarias. A la inversa me ocurría con la radio, que seducía en la simpleza y la dimensión de los elementos transmisores, que tenían el secreto de diferenciar la irradiación del sonido. Todo eso se transportaba en un simple cable tripolar, que arrancaba de un micrófono, pasando por vericuetos increíbles, para terminar en una antena de 216 mts., pudiendo ser monitoreado en cualquiera de esos tramos y siendo receptado por cualquier persona en cualquier lado.
Las formas del sonido lo hacían apasionante y entraba en esas emisiones para agregarle música, comentarios, voces ciudadanas, artistas y hasta lo sublime, en la oración del Santo Rosario.
Este enamoramiento de micrófonos, módulos, kilómetros de cable, se le sumaban las emisiones extranjeras, que le daban funcionalidad al crecimiento radiofónico total.
En mis comienzos no había palabra de lo que se emitía y estuviese en el aire que no fuera previamente escrita por alguien que se encargaba específicamente de hacer libreto. Estaba asegurado lo que se quería emitir y hasta la música se interpretaba en el sótano, por una orquesta estable, que matizaba sus horarios entremezclados con radioteatros. Era la Orquesta Estable de Radio Colón y se la podía escuchar visitando el sótano y detrás de unos grandes vidrios
El transcurrir del tiempo seguía con amor. Se desarrollaba con distinta velocidad informativa, con las teletipos, los faxes y la aparición de las emisiones satelitales.
Así nacieron los programas que le daban presencia en cualquier parte del mundo y a la vez formaban periodísticamente a la audiencia que seguía creciendo. Y los equipos del principio no fueron los actuales, en donde los cables se sustituían por emisiones muy acotadas con frecuencias autorizadas en el uso de un micrófono. Entrar a una consola digital que puede transformar la voz, significa también reducir los espacios, eliminar palabras, poner cortinas grabadas y salir al aire cuando un operador lo dispone.
El enamoramiento de la radio contagia, porque comenzaron a aparecer muchos más enamorados. Todos se sumaban para empujar esa voz, que emitida desde el estudio, llegaba al universo cuando eso lo posibilitaba un técnico de planta en Desamparados. Después, algunos la dejaron y se fueron a Córdoba para hacer otra radio importante. Otros confundieron el sonido con el poder y se equivocaron.
Por los cables pasaron las voces de gobernantes, obispos, trabajadores, dirigentes de ONG, sindicalistas, empresarios; pero también música, con cantores de mi tierra y los transmisores de la cultura del mundo, con interpretaciones que costaban entender lo que significaba el placer de la música exquisita.
El tiempo pasaba y el enamoramiento cambiaba según los hechos, según lo que ocurría, lo que estaba en el aire o la tecnología que arrasaba en las transmisiones. Además, pudimos hacer cantar permanentemente a San Juan, con más de 70 jingles que pusimos en el aire.
Y aparecieron también los que descubrían que el sonido servía para otras cosas, como la publicidad, transmitir deportes con los móviles en cualquier lado y como vehículo importantísimo de mensajes políticos que modificaban opiniones
Radio Colón soportó la aparición de la televisión y la multiplicación que -con simpleza de sus equipos- se ponía a funcionar con las estaciones de frecuencia modulada clandestina. Lo superó, ajustando su funcionamiento y exigiendo legalidad en todo el sistema de la radiodifusión argentina. Pero no se lograron los resultados, haciendo peligrar sus emisiones.
Radio Colón tuvo también en el aire la primera emisión de FM estereofónica y llegamos con este sonido emitido desde Mogote Corralito, a constituirnos en la FM de mayor audiencia en la provincia de Mendoza y pioneros en San Juan.
Desde aquí, era ya más difícil enamorarse, porque los años pasaban en los que operaban y los equipos eran cada vez más sofisticados. Ahora por Internet Radio Colón, se puede escuchar en todo el mundo. Pero el tiempo transcurrido le permite a LV1 contar su historia, que tiene continuidad, alegrías y tristezas. Junto a personajes que la hicieron transitar los éxitos más importantes, existieron los que no se enamoraron, pero que son superados por el futuro complejo y difícil que comienza en un espacio incierto.
La nueva legislación, con una fuerte incidencia política y la tecnificación que avasalla en todos los órdenes de la comunicación constituyen hoy el desafío de este medio.
En este tiempo, Radio Colón se merece todo. En los muchos años enamorado, y que constituyen el capital de los afectos, no es simple decir qué fue lo mejor ni lo más importante. Fue un grupo de enamorados que decidimos hacer de este período lo mejor de Radio Colón.
Todo termina y este final les muestra solamente el empuje de estos 80 años, que promoverá a los nuevos que se harán cargo, para tener la obligación de enamorarse y garantizar su futuro exitoso.
