Con genes del percusionista Miguel Domeneghini (integrante de la Sinfónica, su padre) no es de extrañar que Gabriel también se sintiera atraído por la música, aunque en otro género, más cercano al rock nacional. A sus 25 años, el joven que vivió en Buenos Aires y Brasil y que en septiembre volvió a San Juan y se instaló en Rodeo (donde está buena parte de su familia), respira música y ya se hizo notar en el ruedo local, donde a la par de sus presentaciones, su nombre comienza a sonar cada vez más fuerte.

"Siempre hice música, aunque con varias transformaciones", cuenta quien tocó el bajo durante 10 años, instrumento que lo llevó a Buenos Aires, donde estudió producción y sonido. Allí despertó su vocación por la composición y comenzó a involucrarse con las letras, hace 5 años. Formó parte de un grupo, pero decidió volver. Rodeo inspiró las canciones que integraron su primera placa, Zonda Navajo, en la que participó su padre en batería.

El año pasado, con ansias de mar, se instaló en Brasil, donde se nutrió de influencias cariocas y comenzó a gestar lo que será su segundo disco, en plena producción. "Como no tengo ningún apoyo, es todo independiente, cuesta más", reconoce Gabriel, que intenta sostenerse en lo que ama y que está decidido "a vivir una vida que me guste en San Juan".