Cuando hace ya varias décadas Andrés Hidalgo se radicó en Buenos Aires, la semilla del folclore sanjuanino ya había prendido con fuerza en él. Y quizás por eso, más allá de que en sus años mozos se dedicó al rock, que también incursionó en ritmos bailables de la época; y que el tango también lo sedujo, su destino había quedado marcado: Lolo, como lo conocen, sería un faro del folclore local y cuyano en Buenos Aires. La misión se hizo más evidente cuando tomó la decisión de escribir sobre el folclore sanjuanino y sus protagonistas (además de otros baluartes del mapa argentino), con una sola misión: rescatarlos, difundirlos y lograr que el olvido no cubra su legado. Tarea que destaca hoy, cuando se celebra el Día del Folclorista (ver aparte) y que comenzó a partir de su admiración por Buenaventura Luna, hombre de pagos jachalleros. De allí también era su padre, amigo -entre otros- de Los troveros del Chañar, que fundaron Vicente "Tito" Capdevila, Juan Páez, Pedro Ogaz y Juan Yañez (primo hermano de su padre), junto a quienes Andrés supo de sobremesas cargadas de canto y tremendas guitarreadas. Composiciones propias, libros inéditos, colaboraciones en programas radiales, trabajos publicados en portales europeos, actos y tertulias en la Casa de San Juan en Buenos Aires... Desde entonces, todo le ha valido a Hidalgo para agitar desde Buenos Aires la bandera del folclore sanjuanino. 


"Ahora tengo 72 años y sigo haciendo lo mismo: abocado al floclore; si bien estoy un poco parado por todo esto que pasa, sigo en la misma, difundiendo folclore general y tango, pero sobre todo de San Juan, porque es mi provincia, porque lo mamé y lo llevo de familia", dice a DIARIO DE CUYO desde Buenos Aires. Lolo abrazó el canto de la mano de su padre. 'Se ponía contento cuando yo cantaba", recuerda a su progenitor, "que tenía una voz preciosa". "Me sentaba a la mesa a comer el puchero o el locro que hacía mi tía Blanca, y luego caían los muchachos. Como no había otro lugar donde ir, yo estaba ahí siempre, me crié en un ambiente foloclórico", rememora. En cuanto a la guitarra, ahí tuvo más que ver su madre, que reparó en el interés y condiciones del muchachito de apenas 10 u 11 años, que a hurtadillas sacaba la guitarra de su hermano Mario pese a la explícita prohibición que le había hecho. Nacido en Villa del Carril, lo mandó a estudiar con un señor de la Villa Estornell. "Ni sabía quién era, un hombre mayor, muy correcto, siempre bien empilchado. Después me enteré que era Domingo Morales, de Los trovadores de Cuyo. Él me enseño las primeras notas y terminé con Mario Gómez, de Niquivil", relató Lolo. Su abuelo materno, Don Carlos Casatti, que se jubiló como mecánico de la bodega El Globo, también tuvo algo que ver en esta vocación, ya que era amigo de Antonio Tormo (ayudante de tonelero de su padrastro, en la misma bodega), otro grande al que tuvo cerca. 


La peña El parral, de Juan Liberal Ibañez, templo donde conoció a artistas que venían de Buenos Aires y en la que hizo sus pininos con el primer grupo que formó, con los hijos del dueño, Carlos y Jorge; y Ciro Torres. "Ahí empecé a mejorar mi estilo, adquirí más conocimientos de la música y de los personajes, porque iba mucha gente", marca. Uno de los habitués era el "Negro" Villavicencio. "Toqué con él, pero de metido. 'Agarrá la guitarra pibe', me decía. Yo me ponía a tocar y cuando me equivocaba, me decía 'Con el ruido de los autos ni se nota'", narra. 


Hidalgo empezó, a pedido de su madre, a estudiar magisterio en la vieja escuela San Martín, por Av. Rawson; pero no era lo suyo. Lo mejor que consiguió allí fue la amistad con Gustavo Bustos, Rolando Lencinas, Juan Blanco, Armín Tello, con el que armó un conjunto vocal que tocó en otro ícono, la Peña del Cordobés. "La bohemia nocturna que había era muy linda", rescata el folclorista que por entonces rondaba los 15 años. 


Con la adolescencia llegaron los bailes, las chicas, los amores y se pasó al bando del rock, "tal vez para que las chicas me dieran bolilla" bromea. En esa etapa armó bandas, transitó escenarios y hasta fue evaluado por Tito Francia, uno de los popes del momento, que le dio su primera categorización como músico autodidacta. Tocó con Los Salvajes, Los Gatos, con Don Olivieri; junto al Maestro Greguar, y más. A los 19, su hermano lo llevó a estudiar medicina a Buenos Aires, pero tampoco duró en esa carrera. "Me recibí, después me dediqué a trabajar y la música fue un hobbie. Pero empecé a tomar conciencia que debía hacer algo", confiesa el también sobrino de Norberto "El Pajarraco" Pereyra, uno de los mejores guitarristas de Capital, quien acompañó a Ariel Ramírez. El regreso al folclore fue desde abajo de los escenarios. Aunque sigue cantando y componiendo, se abocó a investigar sobre los artistas, "porque me di cuenta que muchos tenían bajo perfil y quedaron en el olvido, nadie escribía sobre ellos", dice quien ahondó, por ejemplo, en quienes pasaron por la Tropilla de Huachi Pampa. Mucho de ese material está todavía sin editar, pero Lolo no pierde las esperanzas de que vea la luz como testimonio de esas épocas de oro del folclore cuyano, que calaron profundo en su alma y que defiende a pluma y guitarra. 


Día nacional del folclorista

Desde 2011, el 29 de mayo se celebra el Día Nacional del Folclorista, recordando el natalicio de Andrés Chazarreta, el 29 de mayo de 1876. Oriundo de Santiago del Estero, donde falleció el 24 de abril de 1960, fue cantante, músico, compositor e investigador. Considerado el "Patriarca del Folclore', fue el primer difusor de esta música por todo el país con su Conjunto de Arte Nativo.