"Así se baila el tango, sintiendo en la cara la sangre que sube a cada compás, mientras el brazo, como una serpiente, se enrosca en el talle que se va a quebrar", escribió Martínez Vilas en "Así se baila el tango". Con esa imagen de fondo, el tango -que hoy celebra su día- se erige como plataforma de despegue para encuentros y reconciliaciones; también en San Juan, donde sus pistas gastadas de cortes y quebradas guardan historias para contar. Son historias nacidas en reductos que hace tiempo comenzaron a establecerse en la provincia -como la milonga La Fulana o el taller de Gerardo Lecich-; una alternativa para quienes con el deseo de dibujar en las baldosas la silueta del 2×4, encontraron el amor o el remedio a la soledad y los desencuentros.

Entre estas anécdotas se encuentran la de los hermanos Iván y Gustavo, que limaron asperezas bailando; la de Hebe y Víctor que volvieron a enamorarse al ritmo de un bandoneón; la de Carla, que conquistó al amor de su vida; y la de Lili y su nieto, que saltaron las vallas generacionales.