Bailar folclore en los años "60 no era bien visto. Pero ella no lo sólo bailó, sino que lo transformó. María Josefa Bazán, Doña Mary como le dicen con cariño, dedicó su vida a difundir la danza cuyana, la cueca especialmente. "La cueca y yo somos una’ dice convencida durante la charla con DIARIO DE CUYO, esta apasionada del folclore, minuciosa investigadora de la historia cuyana, hija de bailarines, madre de bailarines y abuela de siete nietos que, hasta ahora, se volcaron a la música.
Empezó a bailar públicamente siendo adolescente, muy joven obtuvo el título de maestra de danzas folclóricas en la academia del santiagueño Andrés Chazarreta; por más de 20 años integrante del conjunto Cuatro para la danza, un grupo estable del Gobierno provincial, en el que bailaba también su hermana Margarita y con el que representó a San Juan en el país y el exterior, junto a Ramón Flores, su compañero de baile durante 25 años. "Pese al desplante, el desprecio que vivíamos por ser folcloristas, tuvimos gobernadores a los que sí les gustaba el folclore’, dice recordando aquellos años.
En 1985 creó el instituto La Telesita, por donde pasaron cientos de alumnos, algunos de los cuales se convirtieron en destacados bailarines. "Yo los veo de lejos en el escenario y ya sé cuál es uno de los míos’ dice orgullosa sobre el sello personal que imprimió en los niños y jóvenes que pasaron durante 15 años por el salón de clase que montó en su casa y que cerró en el año 2000 tras enfermarse de neumonía, lo que le dejó secuelas aún hoy, dice.
De hablar pausado y sonrisa generosa, Mary se entusiasma al recordar que fue pionera en modificar las coreografías tradicionales y la primera en cambiar el vestuario, el maquillaje y los peinados de las paisanas. Fue una "movida’ con el correr de los años ochenta y que ella detectó en los cursos que hacía en Buenos Aires y Córdoba. Así estaba dando los primeros pasos hacia lo que hoy se conoce como el folclore estilizado. "Fue la forma de llamar la atención de la gente. Acorté los vestidos hasta la rodilla, hice cambios de peinados, saqué las cintas y las trenzas, cambiamos las alpargatitas por los zapatos taco alto. A la gente le gustó, hizo que se empezara a escuchar más la música’ opina analizando los cambios, en lo que tuvo que ver el aprendizaje de técnica que tomaron de la danza clásica y contemporánea que llegó de la mano del estudio de Violeta Pérez Lobos, a quien pidió asesoramiento.
Resuelta y decidida para la danza, también lo fue en su vida personal. Una vida dedicada enteramente al folclore y a sus hijos Ivana Noemí y José Jorge Jalil, dejando de lado el amor romántico, ya que se separó de su marido cuando sus hijos eran niños, desafiando a las leyes sociales de la época, y no volvió a formar pareja. Lo que pocos saben además, es que la "niña Mary’, también fue policía. Hacía rato que bailaba profesionalmente cuando Mary ganó una beca para estudiar en Buenos Aires para ser perito scopométrico, una disciplina forense, que le permitió ejercer en la división de criminalística de la Policía de San Juan, permitiendo el sustento de su familia, y jubilarse como subcomisario. "Pude combinar la rudeza y la frialdad del crimen con la dulzura de la danza’, dice, reflexiva, la bailarina para quien dos profesiones tan opuestas fueron totalmente compatibles.
A punto de cumplir sus 69 años- el 1 de septiembre- todavía sonríe, tímida, al admitir que conoce el elogioso concepto tienen de ella al momento de describir su modo de bailar. "Jorge Darío Bence decía que soy como una paloma deslizándome; y es que la cueca es una danza suave, no hay movimientos grotescos’, explica y se interna en los detalles del baile, no sin reclamar que los jóvenes de hoy " no logran conectarse entre sí’, aunque festeja que "el folclore está de moda’.
"Me alegro hoy de no haberme muerto antes de ver que mi cueca la baila todo el mundo’ comenta esa sanjuanina, maestra de maestros, que ostenta el orgullo de haber impregnado a toda una generación con su modo de interpretar este ritmo, que muchos llaman "la cueca de Mary Bazán’.

