Que las figuras luzcan en el escenario lo más fieles posible a los personajes que representan, implica acatar órdenes del director, intepretarlas, compenetrarse con bocetos, sugerir cambios, atender pedidos y consejos de los protagonistas y, finalmente, poner manos a la obra, con la perfección como meta y siempre bajo presión. Una tarea cargada de responsabilidad y tan ardua como satisfactoria, que en el Teatro del Bicentenario lleva a cabo un equipo comandado por Alejandro Damián Olivier, para el cual la imagen lo es todo. 

Alejandro recuerda su debut en el coliseo local como si fuera ayer ¡Y no es para menos! Fue en la apertura del Teatro, junto a la prestigiosa compañía española La Fura dels Baus y su Carmina Burana. Pero antes de llegar ahí, este maquillador profesional y caracterizador certificado por el Teatro Colón, quien también interviene en vestuario, hizo de todo. Experiencias que, causalidad más que casualidad, resultaron altamente provechosas para la tarea que desempeña. Egresó del Polivalente de Artes como Maestro Nacional de Dibujo y fue bailarín de Violeta Pérez Lobos en el Estudio Coreográfico Argentino (ECA). Estudió peluquería en Buenos Aires, volvió e instaló su salón, que mantuvo dos décadas; y se perfeccionó en maquillaje social. El último tramo de ese curso era maquillaje artístico, "y me voló la cabeza’, expresó a DIARIO DE CUYO Alejandro Damián, que luego recibió una propuesta de un canal de TV local, donde permaneció diez años; que ha sido convocado varias veces a la Fiesta Nacional del Sol; y que también vuelca su creatividad en la creación de accesorios artesanales y de diseño. 

El trampolín al Teatro fue el Centro Cultural Conte Grand (por entonces dirigido por Silvana Moreno, actual directora artística del TB), donde anidó la Escuela de Artes y Oficios en la que ingresó como capacitador de Maquillaje artístico y Caracterización (de aquellas primeras camadas seleccionó a la gente de su staff); y donde fue alumno del taller de Vestuario Teatral, dictado por una vestuarista del Teatro Argentino de La Plata, otra actividad que lo cautivó. 

"Cuando se presentó la primera temporada del Bicentenario en Casa de Gobierno y vi que la apertura era con Carmina Burana, una obra emblemática del ECA… ¡qué decir! Para mí, viejo bailarín ya, fue muy fuerte, sentí que era un mensaje: Tenía que estar ahí. Pasó lo mismo con el último título de esta temporada, La Flauta Mágica, que hace años bailé; y con otras obras del Teatro, varias de las cuales me han traído recuerdos de mi paso por la danza’, relató enamorado de su tarea el profesional, quien considera cada encuentro con un director o con una troupe de artistas -sean cantantes, bailarines o actores- como una escuela.

En La Flauta Mágica, junto a Zanetti y artistas. Una de sus favoritas, por su envergadura y por los recuerdos que despertó de sus épocas de bailarín, cuando encarnó a Sarastro. Fotos: Mariano Arias

 

"Para todo mi equipo es maravilloso poder trabajar con gente que viene dando vueltas y montando espectáculos por el mundo. Aníbal Lápiz, un director con una cabeza impresionante; Eugenio Zanetti, otro genio, por citar apenas dos! Recuerdo que estábamos interviniendo pictóricamente el vestuario de Flauta Mágica y Zanetti se arrimó y nos preguntó "¿En qué les puedo ser útil?" ¡En qué les puedo ser útil! ¿Te das cuenta? Toda gente con un profesionalismo y una humildad gigantes; y muy generosos’, se explayó Alejandro, para quien más allá de lo técnico y lo artístico, el mayor don es el de ser "buena gente’. Por eso mismo prefirió reservarse uno que otro momento menos grato que a veces también toca transitar con algunos artistas más vanidosos o quisquillosos. "Son todos profesionales, están acostumbrados a pasar por diez mil manos antes de llegar al escenario, desde la modista que toma las medidas hasta el postizo que les ponés minutos antes de salir’, lanzó su manto el maquillador, que permanece todo el tiempo entre patas y telones mientras dura una puesta, por los cambios propios de la obra y por cualquier cosa que pudiera suceder. 

"Es fascinante ser parte del armado de cada personaje. Y una satisfacción ver, cuando terminás, que la persona desapareció y estás frente a Papageno o a la Reina de la Noche. Cada uno es un desafío. Desde la primera reunión, la cabeza empieza a ir a mil y hasta último minuto, porque soy muy autoexigente. Y cuando terminaste, ya tenés que empezar a pensar en la próxima obra’, relató con una sonrisa antes de confesar que nunca imaginó que iba a desplegar su carrera en un lugar como el TdB: "No lo imaginé, pero sí lo deseé mucho y me he preparado para esto. No soy el mejor, sin dudas, pero estoy muy contento con lo que he logrado’.