Bornolio (Juan Becerra), el científico pedía por los deseos de todos los chicos para salvar el planeta de la maldad del hombre y devolverle algo de humanidad.

"Tarde o temprano, los deseos se cumplen", fue la idea que quedó presente en la obra infantil "El soplador de estrellas" y en la cual, de alguna manera, habrá sembrado en la memoria de los pequeños espectadores que asistieron al Auditorio Juan Victoria, durante la siesta de ayer. La Camerata San Juan representó el musical con una adaptación del texto original del dramaturgo Ricardo Talento, por el actor sanjuanino Juan Becerra y con la puesta musical de Enzo Pérez. El espectáculo, la primera función de cinco (todas con localidades gratuitas agotadas), brindado para 600 personas, generó un momento especial, no sólo para encariñarse con los personajes -Bornolio y Cibelina- sino también para apelar a una reflexión, un mensaje que no resultó ajeno para los adultos presentes también. Un científico algo obsesivo por su trabajo, que era utilizar su invento: el estelaeróforo retráctil para poder soplar o apagar las estrellas. Pero resulta que con tantos años, Bornolio (Becerra) se encontraba tan solo, que sus días eran monótonos y algo tristes, sin tener con quién discutir o compartir sus descubrimientos. Hasta que apareció Cibelina (Mili Yacante), que buscaba un empleo temporario. Viendo en esto una oportunidad, el hombre de pelo canoso la contrata para ser su asistente. Pero como tenían carácter e intereses tan opuestos, Cibelina descubrió las verdaderas intenciones del científico, y el conflicto entre ambos se había desatado. Cibelina lo trata de "asesino" a Bornolio por querer apagar las estrellas del universo. Pero no hay que dejarse llevar por las apariencias y aquí está la primera lección de la obra y tomando como casi prestado al texto de El Principito: "Lo esencial es invisible a los ojos", la "monstruosidad" de Bornolio no es lo que aparentaba. El propósito del científico era pedir por cada estrella, un deseo para cada niño, con la posibilidad de sanar al mundo así la humanidad no se pierda.

En la terraza, buscaba estrellas para apagar con su estelaeróforo retráctil. Sus ocurrencias ganaban las risas de los niños.

En uno de los pasajes más significativos, cuando leían los diarios que abundaban en la terraza, había un canto de lamento y de denuncia por lo que contaban los títulares: violencia, hambre, guerras, la desigualdad social, crímenes de lesa humanidad, agotamiento de los recursos naturales, entre otros temas éticos, atravesaban la conciencia de Bornolio para conseguir deseos de bienestar para todos, no para sí mismo. Hubo momentos con canciones más lentas y de melancolía; otros de humor y absurdo. Con pocos elementos en escena, un colorido vestuario y un buen soporte de la música incidental, se logró ambientar y transmitir adecuadamente los sentimientos de los personajes. Sin embargo, faltó mejorar la puesta lumínica para dar los efectos de día y de noche, ya que al hablar de un cielo estrellado, no se reflejaba correctamente en el escenario esa intención.

Cibelina (Mili Yacante), una chica bohemia y amante de la naturaleza, trata de corregir las acciones del científico.

La caracterización de los personajes tuvo a la platea dividida, por un lado había niños que apoyaban a Bornolio y la otra mitad simpatizaba más a Cibelina. Pero al final, quedaron entusiasmados con ambos cuando estos se reconciliaron. La propuesta tiene buenas intenciones y puede todavía mejorar si se ajustan detalles en la interpretación vocal, la acción coreográfica y la ambientación escénica. En síntesis, un atractivo show para compartir en familia que busca entretener y concientizar. La obra se repondrá hoy viernes, mañana y el domingo a las 15.30 en el Auditorio Victoria. Todas las invitaciones gratuitas fueron repartidas en boletería. 

Los niños tuvieron una entretenida tarde musical y participaron mucho en el desarrollo de la obra. (Fotos: Marcos Carrizo)