Fue uno de los más jóvenes instrumentistas en la Orquesta Sinfónica de la UNSJ con 13 años edad y a los 16 había ingresado en la Filarmónica del Teatro Colón en la primera fila de violines. Cuando se radicó en Buenos Aires en 1999, estudió con los más reconocidos maestros como Symzia Bajour, Pablo Saraví, Haydeé Seibert Francia y Enrique Arturo Diemecke. Y en Suiza con Alberto Lysy, creador de la Camerata Bariloche. Con todos los pergaminos y trayectoria internacional que cuenta Julio Domínguez, no reniega de sus humildes orígenes, al contrario, los pone en primer plano con orgullo, por haberse criado en uno de los barrios históricos de la ciudad que en 2023 se convertirá en centenario: el Barrio Ferroviario Norte. 


A través de un contacto que estableció el Museo de la Historia Urbana, Julio participó en uno de los numerosos relatos que cuenta el mapa territorial creado para la exposición "Mi barrio: ecosistema de sentidos", inaugurada hace pocos días en dicha institución. Julio narra su historia personal de cómo fue su infancia y los recuerdos que aún conserva frescos y vivos, más allá del tiempo y de la distancia: "Me pareció una buena experiencia a la hora de estimular la memoria y la diversidad de vivencias que hay en el lugar. Mi abuelo, Justo Argentino Domínguez, fue ferroviario toda su vida, en tiempos donde este imponente sistema del ferrocarril argentino daba mucho trabajo, y el barrio prosperó. Cuando se jubiló, coincidió con la gran tragedia de privatización de los trenes en los años 90. Sin embargo, muchas familias como la mía fueron parte de una gran red de contención social en el barrio", contó el violinista sanjuanino a DIARIO DE CUYO. 

Julio Domínguez, integra, entre otros proyectos paralelos, el Cuarteto de Cuerdas Gianneo con Luis Roggero y Sebastián Masci en violines y Matías Villafañe en violoncello. La orquesta de cámara de más trayectoria en el país.


Domínguez rememoró cómo era vivir en el Ferroviario: "Mi infancia fue feliz e inocente, todos crecimos con amigos y amigas compartiendo muchas cosas. Desde las clases en la mañana en la Escuela Fontana y mi paso por la Escuela de Música, hasta las meriendas que teníamos con mis amigos en la casa de mi madrina Rosa Maldonado. Ella era panadera y la ayudábamos en las tardes a preparar las semitas y el pan casero para que, a las 6 de la mañana, se levantara a vender por las calles del barrio en bicicleta con su corneta de goma. El café con leche o el mate cocido alrededor del brasero durante las tardes de invierno, es para mí inolvidable". En el televisor blanco y negro que tenía en casa, no se perdía los comerciales de Mozarteum, porque de fondo, escuchaba las Estaciones de Vivaldi y el joven Julio buscaba aprender de oído las notas para tocar con su violín. Con mucha insistencia, logró entrar a los 9 años de edad a la Escuela de Música. Sus profesoras Marisel Pagés y Selva Sugo lo fueron formando en el trayecto inicial de su carrera. Tras el fallecimiento de su madre, vino una etapa crucial de profundos cambios personales. Cuando ganó el concurso para entrar a la Filarmónica de Colón, su destino fue marcado para siempre. Julio continúa construyendo su carrera, con varios proyectos en paralelo, donde el Teatro Colón es su hogar permanente. Pero los lazos con San Juan siguen vigentes. "Me gustaría actuar más seguido en San Juan. Tuve una oferta de ser suplente de concertino en la Sinfónica de la UNSJ. Me resultaba atractiva la idea pero, con la pandemia, quedó todo en el aire. Aunque siempre tengo ganas de volver, quizás haya que esperar unos años más", remarcó Julio. Una de sus más recientes actuaciones en la provincia fue la realizada junto a Bajo Fondo con Gustavo Santaolalla y Martín Ferrés para la presentación de su último disco en 2019. Cada visita que hace al barrio de su infancia y juventud, Julio busca reencontrarse con sus raíces. "No dejo de visitar a mi madrina -lo dice con nostalgia- sucede que era un niño más en el barrio que hizo un camino diferente. No me siento famoso. Aprendí que en la vida las cosas no se dan solas. Debe existir un conjunto de condiciones necesarias, de estar rodeado de personas y vínculos que te ayuden a crecer", expresó Julio. Es consciente que al barrio también tuvo en su momento un gran estigma al ser considerado popularmente como una zona de violencia e inseguridad por llevar el mote de "Barrio La apuñalada". ¿Cuánto de prejuicio y mito fue girando alrededor de eso? Julio respondió que: "Es una vieja discusión. Siempre la pobreza fue estigmatizada, todo el tiempo se dice que el que es pobre es porque quiere, pero eso no es verdad. En el barrio siempre vivió y vive gente trabajadora, que siempre busca progresar". Y concluyó el violista: "ojalá mi historia sirva para alguien más. Después de recorrer el mundo gracias a la música, me di cuenta lo importante que es la salud y la educación pública. Gracias a estas herramientas, se puede progresar, crecer y ser alguien. Sin ellas, mi historia hubiera sido totalmente diferente. La educación pública te forma y ayuda a construir la persona que quieres ser. Las oportunidades deben ser para todas y todos".



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Julio Domínguez, integra, entre otros proyectos paralelos, el Cuarteto de Cuerdas Gianneo con Luis Roggero y Sebastián Masci en violines y Matías Villafañe en violoncello. La orquesta de cámara de más trayectoria en el país.