Apagadas ya las rutilantes luces de los festivales folclóricos nacionales que lo tuvieron como uno de sus protagonistas, sin el trajín y la adrenalina de ensayos, viajes y presentaciones, Juan Manuel Peletier respira profundo y, un poquito a la distancia, pasa revista a una temporada tan agitada como gratificante, donde volvió a bailar y ganó; en la que volvió a preparar a bailarines y celebró. Con El Ramalazo, proyecto para el que convocó a un grupo de amigos a comienzos de año, se impuso en el rubro Conjunto de Malambo en Pre Cosquín 2024, obteniendo el pase al escenario mayor del Festival. Venía ya, como preparador, de compartir la inmensa alegría del mendocino Marcos Vázquez, quien resultó Campeón Nacional de Malambo de Laborde. Fue un enero de grandes logros, sí, pero no el primero, ni como bailarín ni como preparador, facetas en las que ha cosechado una docena de distinciones. Y quizás sea ese "volvió", con toda su implicancia, la clave en un camino labrado sin prisa pero sin pausa, a fuerza de pasión, convicción y disciplina; y no siempre tapizado de rosas. Un derrotero que lo ha llevado a ser hoy uno de los grandes referentes del malambo, dentro y fuera de la provincia, donde es querido, valorado y respetado por su talento y capacidad como artista y mentor; y también por su calidad humana. "Un tipazo", como simplemente lo definen. 

"Es halagador… Esas palabras, el abrazo sincero se sienten y eso me llena más que cualquier otra cosa", respondió con una sonrisa tímida "El Sensei", como tan elocuentemente apodaron este año a Peletier, quien enfrentó su bajo perfil para ahondar un poco más en él, en un mano a mano con DIARIO DE CUYO. 

Tiene 47 años, es el hijo del medio de la familia que formaron Clara Valdez, una costurera y ama de casa caucetera; y Rogelio Peletier, un herrero oriundo de Chimbas. No había antecedentes artísticos en la familia, pero él y sus hermanos Eduardo y Oscar rompieron el molde. 

"Mi madre dice que a los 5 años le dije que quería cantar y bailar. No creo que hubiera un disparador, siempre hacía deportes, fútbol, básquet. En mi adolescencia tuve un popurrí de actividades, aprendí guitarra, la danza siempre estuvo… hasta que en un momento me tuve que decidir y el arte me atrapó", contó. Sus primeros pasos fueron en el Instituto Zamora y a los 8 se volcó al folclore en la Academia Tulum, de Tito Ávila. A los 10 ganó su primer premio, con malambo norteño, en el Festival Nacional Infantil de La Cumbre, en Córdoba; pero claro, era un niño y no le dio mayor trascendencia. En los primeros años de adolescencia se alejó un poco del folclore, pero a los 17, alentado por su amigo y excompañero Sergio González, decidió volver, sumándose al instituto Amancio Moreno, de Pablo Moreno. "Ahí conocí el mundo de la competencia", marcó Juan, quien estuvo en esa academia hasta 2001, año en el que -luego de tres intentos- finalmente triunfó en Pre Cosquín como solista de malambo sureño. Fue su primer título "consciente", como resaltó, y a la vez (lo supo después) el primer galardón para San Juan en ese rubro, puesto que representaba a la provincia. Pero lo curioso es que nunca llegó a recibirlo. 

"Sentí que me había salido el mejor malambo de mi vida y me liberé. Ganar o perder me daba lo mismo, así que me fui a la Plaza San Martín a comer algo con unos amigos. En un momento me empezaron a llegar los sms "¿¡Dónde estás!? ¡Ganaste!" Salimos corriendo, pero cuando íbamos llegando, venía el malón de gente, ya había terminado todo… No lo pude disfrutar", cuenta risueño el percance que quedó para la anécdota. Pero habría revancha. Y es que ese triunfo, comentó, "fue como abrir la puerta a otro mundo".

"No era consciente de que tenía todo eso adentro mío, lo fui descubriendo y me fue apasionando cada vez más, la verdad es que es un camino hermoso que empezó en 2001 y sigue 23 años después"

"Creo que ahí me empecé a autodescubrir. Un premio así es una chapa, entrás a una vidriera para festivales, para ser jurado, preparar gente… Me fui encontrando en la creatividad, en la docencia, en esto de sacar lo mejor del otro, de hacerlo florecer, para que no sea un soldado ni un reflejo de uno. Yo no era consciente de que tenía todo eso adentro mío, lo fui descubriendo y me fue apasionando cada vez más, la verdad es que es un camino hermoso que empezó en 2001 y sigue 23 años después… Lo que más me reconforta es la devolución de la gente, porque la parte humana de la preparación es lo fundamental, que el otro conecte con vos humanamente; y no sé por qué pero lo puedo llegar ahí", se explayó Juan, que dos años después, en 2003, festejó su primera victoria como preparador, con Javier Farías, en el Pre Cosquín donde él también había pasado a la final en pareja de baile estilizada, con su esposa Cari Martín, a quien por supuesto conoció bailando. "Fue mi primer premio como preparador y fue hermoso porque esa vez sí estuve en la plaza!", rió Peletier. El Malón, otra bisagra de su trayectoria, Estilo Federal, La Huella, Picahueso Malambo, Sergio Zalazar, Marcos Vázquez… varios éxitos más desfilaron por la charla, cada uno anclado a su corazón. 

"Cuando gana alguien que uno preparó se siente un poquito como propio, pero el protagonista es el otro y no hay que robar ningún momento a nadie", sentenció. "En cuanto a perder… a mí lo que me importa es expresar, disfrutar el momento, ser feliz… Yo nunca fui a pedir una devolución, un por qué, que a veces pasa… Uno sabe que va a una competencia y que siempre hay más probabilidades de perder", desdramatizó. Pero no todos tienen esa templanza que lo caracteriza. "Cuando alguno de los chicos se siente mal, hay que sostener, tranquilizar y hacerle saber que se puede seguir, siempre se puede. Es levantarlos, abrazarlos y acompañarlos, no conozco otra forma", confesó Juan, ya empezando a familiarizarse con el rótulo de "referente". 

"Hay mensajes que me hacen ver este camino que estoy haciendo…", dijo sin falsas modestias, convencido de no ser el dueño de la verdad. "Ni yo ni ningún profesor la tiene, está dentro de cada uno, el punto es llegar ahí", opinó quien en pandemia había decidido dejar los escenarios luego de verse en un video que no le gustó. Pero un duro accidente a comienzos del 2023 lo hizo cambiar de opinión. Iba en moto por la ruta, se atravesó un auto… una desgracia con suerte. Y el malambo, otra vez, fue terapéutico. Todavía en recuperación, juntó a los amigos y armó el octeto El Ramalazo, un nuevo desafío, donde además se dieron el gusto de zapatear juntos los tres baluartes locales del malambo: él y los campeones de Laborde, González y el Colo Zalazar. 

Por la puerta grande, así volvió Peletier a la escena, dispuesto a seguir haciendo camino. Elogiado, pero con la misma humildad, compromiso y ganas de los inicios. Cada vez más convencido de que hay que apuntalar el semillero de San Juan y pensando en aportar su experiencia al malambo femenino de competencia.

"Siempre me he preguntado qué hubiese pasado si hubiera podido estar enfocado las 24 horas en esto", dijo con su hablar cálido, sereno y reflexivo el también técnico radiólogo y masoterapeuta, cuya alegría se ve empañada hoy por la angustia de haberse quedado sin trabajo estable, aunque no le hace bajar los brazos. "Así y todo creo que se ha hecho algo", continuó, con la esperanza de poder dejar su legado en esta tierra que lo vio nacer y crecer, no por el pedestal ni mucho menos, deseoso sí de que el esfuerzo y la cosecha no se pierdan. 

Mientras tanto, "el profe" sigue activando, pensando, entrenando en su hogar de Santa Lucía, donde comparte la vida con su esposa y sus tres hijos -Milena, de 15; Lupe, de 13 y Álvaro, de 11, su motor y su sostén. Fueron ellos los que, orgullosos de él, lo arengaron para que diera esta nota, que le daba pudor. Y fue cuando habló de ellos, ya en el tramo final de la charla, que Juan no pudo contener las lágrimas, mucho más conmovido que en cualquier escenario. Y es que, aunque siempre agradecido de sus logros, no duda en afirmar que su premio más importante es y será su familia.