Violetta, Alfredo y Germont son los rostros principales de La Traviata, la ópera de G. Verdi que recala hoy en el Auditorio Juan Victoria como el primer montaje completo en subir a este complejo.
Ambientada en el París de 1870, esta obra en tres actos está basada en La dama de las camelias, una novela para la que Alexandre Dumas -hijo del autor del libro Los Tres Mosqueteros- se inspiró en un amor que marcó a fuego su juventud.
Vocablo italiano (que en español se traduce como extraviada o descarriada), La Traviata se estrenó en 1853, en La Fenice de Venecia. Claro que, el éxito le llegó un año después, cuando subió al Teatro San Benedetto.
El perfume de la fastuosa la clase aristocrática por un lado y el fuerte contraste con la marginalidad de quienes no poseían un título de nobleza, todo flota en el aire de esta puesta, recordada por la escena de un pomposo brindis, entre damas de ostentosos vestidos de miriñaque y caballeros de impecable frac.
La bella Violetta, una famosa cortesana de la superficial noche parisina, es la protagonista femenina de la historia. Enferma de tuberculosis y sumida en la culpa de su vida liviana, la joven encuentra el amor en el vulnerable Alfredo, hijo de un hombre de alta alcurnia que debe decidir entre la felicidad de su hijo y los convencionalismos que le impone su linaje.
Con escenografía de Emanuel Díaz Ruiz, la pintura cobra fuerza con un reparto de solistas que completan Romina Pedrozo, Jorge Romero, César Sánchez, Gabriel Arce y Silvia Pérez, junto a 60 voces del Coro de la Universidad Nacional de San Juan y una orquesta de 35 músicos, todos bajo la dirección de la maestra Lucía Zicos.
La soprano Laura Polverini (como Violetta), el tenor Pablo Gaeta (Alfredo) y el barítono Enrique Gibert (Giorgio Germont) son quienes le dan vida al relato y cuentan en primera persona los conflictos internos que afligen, angustian y movilizan a sus personajes.

