No caben en sí de la emoción. Y no es para menos. Julio Heredia y Daniel Díaz la venían remando desde hace bastantes años, cuando decidieron comenzar a incursionar en la Meca del folclore con su estirpe cuyana. Y finalmente se dio: luego de actuar desde el martes pasado en distintos paradores coscoínos -esos valiosos trampolines que tiene el Festival a lo largo y ancho de la ciudad-, el dúo coronó sus bodas de plata con el premio Revelación de los Espectáculos Callejeros en el 51ro. Festival de Cosquín. 17 eran los finalistas de todo el país que soñaban con ese pase, pero fueron ellos quienes luego de cosechar las determinantes ovaciones del público en cada mini-show (podían entonar un par de temas) y el visto bueno del jurado, lograron dar el salto al codiciado escenario mayor, el año próximo, cuando serán parte de la grilla oficial del Festival. Influyó también -dirán reflexivos horas después de recibir la gran noticia- la trayectoria y la perseverancia, que permitieron que el nombre de la dupla fuera sonando cada vez más fuerte por aquellos pagos. Algo que jugó a favor en un momento clave, cuando la Revelación pisaba la cuerda floja y hasta podía escurrírseles de las manos.

Sucede que luego de haber entonado con éxito cuecas, gatos y chacareras -"Como para que vieran que podíamos hacer de todo", explicarán los intérpretes- la dupla decidió dar un volantazo en la final. Se mandaron con la cueca Vendimia de dos y dejaron para el último un clásico de su repertorio: Malagueña (¡cómo no hacerlo!). Tal cual sucede en San Juan -y en cada lugar donde la cantan- la multitud les hizo una fiesta. Pero ese tema que desató la euforia popular, también se convirtió en eje de un debate en el jurado, por no ser propio del folclore argentino (es de origen mexicano). Y ahí es donde el historial y la solvencia de los pocitanos inclinaron la balanza a su favor: cerca de la medianoche, en la Plaza de los Artesanos (como se conoce a la Plaza San Martín, que queda a unas cuatro cuadras de la Próspero Molina y que desde las 7 de la tarde vio desfilar estilos e ilusiones varios), los Díaz-Heredia se convertían en la nueva Revelación de Espectáculos Callejeros. Y la alegría comenzó a hincharle el pecho al sexteto que completan Hernán Palacio (primera guitarra), Miguel Ramírez (bajo electrónico), Tito Castillo (percusión) y Andrés Carrizo (manager). Y por extensión, lógicamente, a los comprovincianos que estaban en Cosquín, los bailarines que integran el Camin y la Delegación de la Provincia (con quienes brindaron ayer al mediodía), que tampoco pudo salir a escena el domingo, cuando el temporal obligó a posponer la última luna.

Hace ya bastante tiempo que la dupla comenzó a caminar Cosquín, tanto el certamen previo -un par de veces compitieron en el Pre y hasta llegaron a ser finalistas-, como las peñas. Pero ésta fue la primera vez que incursionaron en los escenarios callejeros. Para septiembre del año pasado, armaron curriculum, fotos y demo, pagaron los 20 pesos del seguro y se inscribieron en la comisión del Festival, como se estila. Y hacia allá partieron, con un itinerario armado por la organización. Como los aproximadamente 900 solistas y grupos que probaron suerte este 2011 tocando en simultáneo en diferentes escenarios callejeros, ellos llevaron su folclore cuyano por los balneario Azud Nivelador y Pozo de los patos y también en Bialet Massé, entre otros destinos.

Con varias entradas a la Meca, el dúo -muy querido en el ambiente por su tesón y sencillez- conocía bastante el paño. Modificó algunas cosas, sumó instrumentos y se modernizó... pero sin olvidar nunca esas raíces que plasmaron en su primer disco (Nostalgias de mi pueblo, de 2005), las mismas que le depararon el homenaje de Guitarras del Mundo (2008) y que ellos mostraron orgullosos junto al Chaqueño Palavecino, entre otros lauros. Julio (quien en 2006 perdió la primera falange del dedo mayor en un accidente laboral) y Daniel, estos viejos amigos del secundario de Pocito a quienes algunos tildan de sucesores del recordado Dúo Minguez-Barboza, no daban por descontado el éxito. Pero tenían fe. Mucha. Y la fe, como dicen, mueve montañas.