Peter "Maverick" Mitchell está de vuelta. El mejor piloto de la historia de la aviación naval estadounidense, con sus virtudes y defectos intactos, regresó en "Top Gun: Maverick", secuela del filme estrenado hace 36 años al inolvidable ritmo de Take my breath away (tema ganador del Oscar), que la semana pasada debutó para la prensa en el Festival de Cannes (donde el actor recibió una Palma honorífica) y que mañana aterrizará en Argentina, en esperado prestreno. Y a diferencia de lo que suele suceder con las segundas partes, esta supera ampliamente a la primera; y eso que Ídolos del aire ya fue un suceso de la década del 80, significó el salto a la fama mundial de un joven Tom Cruise, dirigido entonces por el fallecido Tony Scott -a quien está dedicado el filme-, y que recaudó más de 350 millones de dólares en todo el mundo (fue la más taquillera ese año). 


En este revival a cargo de Joseph Kosinski hay muchísima y mejor acción, con tomas áreas de los combates y los vuelos de los F-18 de la Marina de Estados Unidos absolutamente increíbles e inéditos, casi un proceso inmersivo en las cabinas de los pilotos de los modernos McDonnell Douglas a velocidades insospechadas y en una vibrante operación de destrucción y fuga de obligados 2.30 minutos para salir vivos del intento. A 36 años de haberse graduado como teniente y luego de haber acumulado fama en acciones de guerras cercanas del imperio como Afganistán e Irak, Maverick languidece cerca del retiro obligado pero es salvado por la máxima autoridad de la aviación marine, su antiguo contrincante y amigo Ice (Val Kilmer), que lo necesita para que capacite y dirija una operación de destrucción de bases de uranio enriquecido enclavadas en peligrosas montañas de un país que no se nombra, acaso como resguardo geopolítico ya que se ha vuelto común que los aliados se transformen en enemigos y los enemigos en aliados de un día al otro en el complejo tablero donde se dirimen los intereses de las potencias internacionales. 


Partes emotivas, además de las de acción frenética, también hay varias: una es el nuevo romance de Maverick, ahora con una mesera interpretada por Jennifer Connelly; otra, las ceremonias de camaradería; y tercero, lo más importante, el encuentro de Maverick con Bradley "Rooster" Bradshaw (Milles Teller), hijo de Goose, el fallecido copolito de Marverick en una acción de entrenamiento de la primera película, cuya culpabilidad por la pérdida sigue cargando. De hecho, la relación Rooster-Maverick arranca muy mal, producto de una serie de malentendidos que han ido creciendo con el tiempo y que nunca se pusieron en claro pero, como es de esperar en un filme como este, el amor prevalece.


Jon Hamm, el atractivo publicista de la logradísima serie "Mad Men", como el superior incómodo e iracundo de Maverick, Monica Barbaro, como expresión de territorios laborales ganados por la mujeres en las últimas décadas, y Ed Harris como otro malhumorado jefe de la aviación marítima, junto a una entrañable aparición de Val Kilmer, completan el elenco general del filme. Aquella recordada escena de torneados cuerpos masculinos en cueros jugando al vóley en la playa y que generó suspiros por años se reemplaza ahora por un juego de fútbol americano en la orilla del mar, con la idea de renovar el mito pero mantenerlo vivo, un guiño a aquellas escenas que, aunque parezcan lejanas, siguen siendo efectivas, o al menos agradables y risueñas.


Un dato nada menor, Cruise produce y arma esta megaproducción hecha para ser vista en grandes pantallas, dando en paralelo otra guerra muy actual y que algunos creen perdida: contra las plataformas. Y es que aunque alguno pueda ver "Top Gun: Maverick" meses más tarde a su estreno comercial en la pantalla de un televisor o una computadora, nunca podrá decir que efectivamente "la vio". Su experiencia será parcial, mutilada, menor, olvidable. Maverick no deja otra alternativa que ser vista en pantalla cinematográfica (y cuanto más grande mejor), con sonido envolvente para escuchar cómo esos aviones rasgan el aire, el ruido de las metrallas, las explosiones y los misiles cuando alcanzan un objetivo. Nada más que puro entretenimiento -y sentimiento, claro- se le puede pedir a la nueva película de Tom Cruise. Y lo da, en un grado de perfección superlativa. (Pedro Fernández Mouján).



Apostillas del film


*Tom Cruise tiene 59 años. Tenía 24 años cuando se estrenó la primera película.
* Cruise quiso que esta secuela se llamara Top Gun: Mavirick, no quería saber nada con un Top Gun 2
* Para la nueva película, y a pedido de Cruise, se usaron aviones reales. Las escenas de vuelo y los efectos especiales retrasaron el estreno previsto inicialmente para 2019. La pandmia también.
* Se temió que Val Kilmer no fuera parte, por su cáncer de garganta. Afortunadamente, lo hizo. 
* Tony Scott (hermano de Ridley), director de la primera película, dirigiría esta rentré. Lamentablemente se suicidó en 2012.