¡Qué buena versión hermano, Te felicito! Se acerca y le dice un hombre joven de acento norteño, y él responde con un gracias y una gran sonrisa. La peatonal está cubierta con un cielo plomizo, el frío cala los huesos de los transeúntes que la caminan arropados y apurando el paso. Pero varios se detienen un momento a escucharlo a él, lo aplauden, le agradecen con una sonrisa; y los que pueden, con algo de dinero que dejan en el estuche. Sentado en un banquito, abrazado a su cello, su música -que alcanza varios metros a la redonda- es un cálido oasis para el público ocasional. Y es que no es de lo más común escuchar música clásica y tango, con ese instrumento y tan bien ejecutado, en la vía pública. Se llama Germán Yanes, tiene 28 años y llegó desde su Venezuela natal a Argentina hace 6 años, cuando vio que la realidad económico-social de su país se les hacía insostenible. Luego de vivir en Buenos Aires, un destino que vio "hermoso' para la música y donde el tango lo "atrapó fuertemente', el artista que en los veranos aprovecha para moverse a otros lugares como Uruguay, la Patagonia argentina y Chile llegó a la provincia movilizado por un amor que "ya no más' -comentó con un dejo de pena-. 


Llegó de visita este año y le gustó tanto la tranquilidad de San Juan que -pese a que su madre y hermanos viven en España- no sólo se quedó, sino que confiesa que aquí le gustaría "sentar cabeza' y formar una familia.


Aquí, Jorge Rodrigo, cabeza de la Orquesta Escuela San Juan, lo invitó a audicionar en la institución y quedó como profe, en los núcleos de Capital y Rawson. Germán sabe bien cómo llevar eso, ya que él estudió en el modelo que inspiró a la Orquesta Escuela San Juan: las escuelas del Sistema de Orquestas Infanto-Juveniles de Venezuela, creadas por el maestro Antonio Abreu.


"Resulta que de pequeño a mí me gustaba el saxo. Mi madre nos inscribió a mi hermano y a mí en dos lugares para hacer una prueba de música. Donde daban saxo no quedé y sí en las escuelas del Sistema de Orquestas Infanto-Juveniles. Ahí nos hicieron ver un concierto de la Orquesta Juvenil de Caracas, la fila de cellos era imponente y a mis 10 años dije "quiero tocar eso"', cuenta el joven músico, que en una facultad de su país también estudió producción musical y música de cámara.


Aunque más estable ahora, Germán no abandona sus conciertos callejeros. "Lo hago porque me gusta, no lo puedo dejar. Es que no todos tienen la posibilidad de ir a un concierto, al teatro o al Auditorio, y a mí me gusta el arte en espacios públicos', sostiene con convicción el joven, que no se rinde pese al rigor del clima local: "¡Son los dos extremos!', ríe temblando de frío y agradecido por un trozo de chocolate que una señora le regaló y que lo ayuda a entrar en calor. "La gente es muy amable, bondadosa y a veces un saludo o una sonrisa paga más que la plata... Se acercan a preguntar, eso me gusta... La gente pregunta del instrumento o de dónde soy y así se inicia la conversación', comenta Germán, que cada vez que puede, por las mañanas y por las noches, inunda la Peatonal con su arte. 


"Como a la gente le ha gustado, no paro más. Por ahí tengo un enganchadito de series y películas para llamar la atención, como Juego de tronos, Piratas del Caribe, Titanic, El Padrino... pero lo que más me gusta es tango y música clásica', afirma el profe, que a menudo descubre entre el público a alguno de sus alumnos, que lo saludan entusiasmados. "Es una linda reacción', sonríe. "La música tiene una energía que siempre te conecta con la gente con esa energía, buena', agregó el cellista.