Buenos Aires, 8 de diciembre.- Hoy, John Lennon tendría 71 años y dos meses. Observaría de cerca las protestas de la acampada Wall Street, a tan sólo cinco minutos en coche de su piso en el edificio Dakota, y quizás se acercase a tocar en las jamm improvisadas junto a su hijo, Sean, y su mujer, Yoko.

Todo son elucubraciones de lo que pudo ser y no fue. La realidad es que en la noche del 8 de diciembre de 1980, John Lennon se encontró con un fan desequilibrado que le asestó cinco disparos mientras volvía a su casa. Murió esa misma noche, con cuarenta años, dejando atrás un hijo de cinco años (Sean Ono Lennon), otro de 17 (Julian Lennon, de su primer matrimonio), un álbum a medio grabar (‘Milk & Honey’) y a millones de fans en todo el mundo en duelo.

“Ha sido una victoria mundial de la poesía. En un siglo en que los vencedores son siempre los que sacan más votos, los que meten más goles, los hombres más ricos y las mujeres más bellas, es alentadora la conmoción que ha causado en el mundo entero la muerte de un hombre que no había hecho nada más que cantarle al amor. Es la apoteosis de los que nunca ganan”. Con estas palabras comenzaba el artículo homenaje del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez a John Lennon. Fue una muerte que conmocionó al mundo.

John Lennon, que desde la separación de los Beatles se quiso apartar del ojo de la fama y estaba más al margen de la vida pública, fue elevado a la categoría de leyenda. La imagen del músico durante sus últimos años, con el pelo largo, las gafas redondas, chaqueta vaquera y sentado al piano con ‘Imagine’ se convirtió en un icono de la cultura popular. El John Lennon más pacifista, el que organizaba ‘encamadas’ para reivindicar la paz junto a Yoko Ono, fue el que transcendió.

Sin embargo, la rebeldía, un gran sentido del humor sarcástico, el idealismo, el gusto por lo más surreal, lisérgico y extravagante son ingredientes constantes durante toda su trayectoria musical.