En la más completa oscuridad, los aromas y sonidos abrieron la puerta a la imaginación y cada espectador recreó su propio escenario. Un viaje a ciegas es la obra que presentó ayer en San Juan el Centro Argentino de Teatro Ciego (de la mano de la Fundación OSDE y el Museo de Bellas artes, con tres funciones agotadas) pero en realidad gracias a la novedosa puesta con música en vivo, efectos sonoros y especiales -porque cuando tenía que caer agua, cayó agua- el grupo A ciegas gourmet logró que el público viera lo que tenía que ver.

Desde el principio la experiencia era distinta a la que está acostumbrado un habitual espectador de teatro, porque debieron ingresar en fila tomados de los hombros de la persona que tenían adelante. Así el público avanzó, confiado, hacia la oscuridad plena de la Sala 1 del Museo de Bellas Artes Franklin Rawson, hasta que con indicaciones precisas cada uno encontró su silla y esperó, preparado para la acción. Lo que vino después fue una seguidilla de sensaciones con las que contaron historias de personajes que uno bien podría encontrar en cualquier bar y que con sus anécdotas transportaron a los sanjuaninos a distintas latitudes y épocas.

En el final, sólo una vela se encendió permitiendo ver los rostros de los actores- todos de lentes oscuros, sin que se pudiera diferenciar cuál era ciego y cuál no- y el público estalló en agradecidos aplausos por la experiencia que acaban de vivir en la que no hizo falta luz para ver.